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Balance de Abinader

Balance de Abinader

Luis Pérez Casanova

La magnitud de la crisis heredada por el presidente Luis Abinader al asumir el poder trasciende lo sanitario y lo económico, sectores en los cuales los avances han sido tan prodigiosos que alcanzan la denominación de milagro. Tras enfrentar a “mano pelá” la pandemia del covid, de la cual salió airoso en un tiempo récord, el mandatario ha tenido que lidiar, con auspiciosos resultados, con las funestas consecuencias para la producción y el consumo de la invasión de Rusia a Ucrania.

El saneamiento del gasto y la estructura burocrática ensamblada para actuar frente a cualquier sospecha de irregularidad o denuncia de corrupción, así como la eficiencia en las recaudaciones, han contribuido con la apropiación de los recursos para luchar como los gladiadores con los gigantescos males.

Aunque lo intentó, ha podido navegar sin una reforma fiscal y, antes que enajenar el patrimonio público, como ocurrió con los 12 ingenios del CEA y las 24 empresas de Corde, ha encontrado en los fideicomisos y la alianza público-privado una fórmula, satanizada por intereses políticos, al margen de cualquier pifia en su implementación, para conjurar el déficit en obras de infraestructura.

Pero al mismo tiempo Abinader ha tenido que sortear sobre la marcha otra crisis profunda, en gran medida responsable del desbarajuste que ha lastrado el desarrollo del país, que es la institucional. Fueron muchos los amarres legales que han generado ruido, como el caso de la electricidad y los sueldos de los funcionarios, que no se han podido desatar. Las licitaciones para la contratación de obras y servicios, y el respeto a las leyes no pueden soslayarse entre los puntos luminosos en el balance de dos años que el Gobierno ha pasado con buenas notas.

En el caso de un segmento importante de la población que más que justicia quiere venganza por los escándalos atribuidos a las pasadas autoridades, Abinader ha cumplido con su propuesta de cambio al dejar que la justicia haga su trabajo. Puede verse como una sombra la conducta de la Policía, pero esa es la misma Policía que se encontró y que se trata de modernizar y profesionalizar. Si el proceso no marcha con la velocidad que se desea o se aspiraba se debe única y exclusivamente a las circunstancias y no a falta de voluntad.

Que el Gobierno haya carecido de estrategas políticos para que sus decisiones sean mejor entendidas y valoradas por la población son otros quinientos. Aunque en el ejercicio del poder será siempre fundamental una dosis de Maquiavelo, no por ello el balance, hasta someramente objetivo, deja de ser altamente positivo para la administración del presidente Abinader. Hay que reconocerlo, porque es la pura realidad.