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Barril de pólvora

Barril de pólvora

Luis Pérez Casanova

Muchos ingredientes se combinan para, sin pesimismo, tornar brumoso el panorama económico y social del país. Una reforma fiscal que el Gobierno no tiene cómo evadir, que no le deja más alternativa, sería el detonante de una muy probable explosión al conjugarse, entre otros elementos, con la insatisfacción de la población por las alzas de precios, los apagones y el temor del incremento del servicio de electricidad, la prepotencia de funcionarios, el caos del tránsito, la inseguridad que campea en las calles y la frustración en las acciones para capturar a pejes gordos sospechosos de corrupción.

El presidente Luis Abinader ha tratado de calmar a la población al afirmar que los más pudientes son quienes cargarán con la creación de nuevos impuestos, pero se sabe que los ricos siempre se las arreglan para transferir los aumentos a los consumidores.

La situación pinta color de hormigas. Los organismos internacionales presionan sobre la reforma para evitar que el país no pueda cumplir sus compromisos por falta de recursos. Por ahora el balón de oxígeno para la economía ha sido el endeudamiento, pero se ha llegado a un nivel en que hasta los préstamos generan incertidumbre.

Tal vez nunca antes como ahora haya tanta justificación para la espinosa reforma para aumentar las recaudaciones. Nadie ignora que las presentes autoridades tuvieron que incurrir en cuantiosos gastos para afrontar la crisis sanitaria e impulsar la recuperación de los sectores productivos. Pero ha faltado explicación para edificar a unos abrumados consumidores que solo entienden que todo está caro.

En más de un año de gestión la percepción es que los problemas se han agravado porque, con sus excepciones, se ha seguido el mismo patrón en el sentido de procurar golpes de efecto con acciones coyunturales. Hoy el Gobierno parece más a la defensiva que a la ofensiva hasta sobre las auspiciosas intervenciones del presidente Abinader. Lo del Ministerio Público independiente y los operativos por los que están presos políticos del pasado y del presente vinculados con escándalos de corrupción no parecen suficientes para colar una reforma sin generar protesta. Y más con una oposición, encabritada como está, que sabrá aprovecharse para agitar la coctelera.

Con todos los problemas que han surgido, entre los que se incluye el disgusto de la militancia del PRM con los nombramientos, las condiciones de este año son más volátiles que las de 2020, cuando el Presidente se vio forzado a eliminar, por la indignación de la población, tributos para sustentar el presupuesto. El Gobierno enfrenta una atmósfera tan cargada que parece sentado sobre un barril de pólvora.