Acosado por el liderazgo del Partido Demócrata y por influyentes sectores fácticos de Estados Unidos, el presidente Joe Biden declinó el domingo optar por la reelección presidencial, sin mencionar que su decisión estaría motivada por falencias en su salud física y mental atribuidas a su edad de 81 años.
En un comunicado a través de su cuenta X (antigua Twiter), Biden dijo que aunque su intención era la de repostularse, “creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir con mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato”.
La declinación del inquilino de la Casa Blanca, quien ya había asegurado el número de delegados en su partido suficientes para confrontar la candidatura del expresidente Donald Trump, causa una disrupción electoral a poco más de tres meses de las votaciones para las elecciones presidenciales.
Sucesivas fallas mentales en que incurrió Biden al confundir los nombres de la vicepresidenta Kamala Harry con Donald Trump, y del presidente de Ucrania con Vladimir Putin, además de su pobre participación en el debate con Trump, acentuaron las presiones para que renunciara a la candidatura demócrata.
La convención demócrata, fijada para el 19 de agosto en Chicago, tendría la difícil tarea de escoger un nuevo candidato presidencial, en una carrera que tendría a la vicepresidenta Kamala Harry como primera opción.
El expresidente Trump, proclamado candidato del Partido Republicano, días después de sobrevivir a un atentado, mantuvo su línea de insultos y criticas ácidas contra el mandatario, al tildarlo de corrupto y de que ciertamente no es apto para ocupar el cargo y que nunca lo fue.
Inesperados sucesos, como el fallido magnicidio contra Trump y la declinación de Biden a seguir en la carrera presidencial, conceden al candidato republicano ventaja en la preferencia de los votantes, aunque el Partido Demócrata se esforzaría por identificar un candidato que revierta el escenario electoral.
Incertidumbre y preocupación embargan al liderazgo mundial ante el confuso panorama político-electoral de Estados Unidos que convierte en difusa e inestable la posición de Washington ante difíciles conflictos geopolíticos, como la guerra de Rusia y Ucrania, de Israel y Hamas y las crisis en la Península de Corea y el Estrecho de Taiwán. Biden no va, pero se queda en la Casa Blanca hasta el final de su mandato.