En los últimos tiempos nuestro país ha carecido de estrategas políticos capaces y los candidatos han utilizado los servicios de extranjeros, en su mayoría hombres, de cierta edad, que han diseñado campañas a líderes de países de la región, inclusive de Europa.
Combinan conocimientos en publicidad, mercadeo, sicología e historia universal. Saben lo que vende y lo que no vende. Algunos son marrulleros.
Sin embargo, su asesoría se basa en las características particulares de cada país, en términos político y cultural. Independientemente de las condiciones de un candidato, República Dominicana tiene la peculiaridad de un electorado distribuido en organizaciones en un 90%.
Durante décadas el mercado se repartió entre el PRD, el PRSC y el PLD, que tuvieron tres de los líderes más sobresalientes del siglo 20. Aunque el PRD y el PRSC están reducidos, no significa un abandono a las entidades, pues hubo desprendimientos como el PRM y la Fuerza del Pueblo, que ocupan el primer y el segundo lugar.
Esa situación contrasta con la mayoría de países del área, donde emergen figuras al margen de organizaciones conocidas, crean un movimiento, conectan y compiten con posibilidades de triunfo electoral. De esa manera han surgido muchos presidentes en el continente. Nuestro electorado, en cambio, continúa con líderes proyectados y de siglas conocidas.
Después que Juan Bosch, con apenas un año y pico en el país, ganó con un 60% en 1962, esa experiencia no se ha vuelto a repetir. Pero fue un momento donde la democracia inició de cero. Y el entonces líder del PRD exhibió conocimientos, didácticas y persuasivas charlas radiofónicas y carisma.
Además, Bosch empleó el lema del “borrón y cuenta nueva” y sumó parte del postrujillismo, que rechazó a Viriato Fiallo, pese a que el candidato de UCN estaba más cerca. Otro líder político que demostró ser estratega fue el doctor Peña Gómez.
En los doce años de Balaguer se observaba como un imposible desalojar de palacio al caudillo reformista por vía electoral.
Peña tuvo la idea de inscribir al PRD en la Internacional Socialista, estableció relaciones políticas con líderes de influencia mundial y Balaguer se vio acorralado al momento de intentar permanecer en el poder por encima de la voluntad popular de 1978.
Algo más: al pasar las elecciones de 1986, Jacobo Majluta pensó que era el líder del PRD, pues venía de ser el candidato que alcanzó un empate técnico con Balaguer. La popularidad de Peña había menguado, al cargar con el gobierno de Jorge Blanco, sus problemas económicos y la poblada de abril de 1984.
Pero Peña se propuso quitarle los dirigentes importantes al antiguo presidente de la República, vicepresidente y senador. Los visitó a su casa uno por uno y conquistó casi a todos, porque fue un gesto de humildad y, a su vez, de distinción hacia esos compañeros.
Ahí estuvo el secreto de los resultados electorales de 1990: Peña 23.45, Jacobo 7%. Con esos resultados, todos los perredeístas que votaron por el PLD en el 90 volvieron a su antigua casa y se conoce la historia de 1994.
La vuelta al poder de Balaguer en 1986 fue otro hecho transcendente en materia de estrategia, porque al salir en 1978 muchos creyeron que estaba sepultado, pero en esa campaña electoral supo rodearse de jóvenes.