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Canibalismo en Haití

Canibalismo en Haití

Ernesto Guerrero

En los oscuros albores de la década de los 80, cuando el mundo luchaba contra la emergencia del SIDA, los haitianos fueron injustamente marcados como un grupo de alto riesgo. Esta estigmatización desencadenó un torrente de prejuicios y segregación, llegando incluso a encarcelamientos en la inhóspita prisión de Guantánamo. Recientemente un escalofriante video, supuestamente mostrando a un individuo devorando restos humanos, sembró un terror aún más profundo.

El canibalismo es una sombría realidad que alimenta el miedo y la discriminación. Una de las cuentas promotoras de esta narrativa es la del infuencer de extrema derecha de Malasia, Ian Miles Cheong, quien fue uno de los primeros en asociar el tema con la emigración de haitianos. Elonk Musk compartió algunos tuits y ha comentado en ellos o les ha dado ‘like’, dándole aún más visibilidad.

Informes de NBC News desacreditan tales afirmaciones macabras. El portavoz del Departamento de Estado de EE. UU. declaró que no existen informes fidedignos sobre canibalismo en Haití. Organizaciones internacionales como Médicos sin Fronteras o Human Rights Watch tampoco han encontrado evidencia alguna de estas prácticas.

Los supuestos videos son meras herramientas de propaganda, diseñadas para sembrar el terror entre rivales y población local. Aunque es innegable la brutalidad y violencia desmedida de las pandillas haitianas, estas narrativas de canibalismo van más allá de la denuncia; buscan fomentar una agenda política antiinmigrante, alimentando el miedo a expensas de denigrar a todo un pueblo.

Durante más de dos siglos, el mundo ha temido el impacto de la independencia de los esclavos negros y su histórica revolución.

A menudo, Haití se ha convertido en el chivo expiatorio de todos los males de la región: revueltas, epidemias, herejías y un supuesto salvajismo.

Desde mi infancia, resonaba en mis oídos la advertencia de que “los haitianos devoran a los niños”. Y más recientemente, cada vez que un gato desaparece, las sospechas apuntan hacia los haitianos.

El caos y la violencia persistentes en Haití continúan forzando a miles de civiles a huir, principalmente hacia la República Dominicana y Estados Unidos. Culpar a toda una población por los actos de unos pocos psicópatas es, en última instancia, un acto de racismo y deshumanización. Los refugiados son seres humanos, y aquellos que se proclaman cristianos y defensores de la vida deben escuchar sus gritos de auxilio y actuar en consecuencia.