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Hace alrededor de veinte años mantuve una fructífera relación epistolar con el admirado poeta Alexis Gómez Rosa (1950-2019). En una de esas misivas (octubre del 2010) abordamos la figura monumental de Manuel del Cabral y su poema «Compadre Mon», que es —para mí— la máxima expresión lírica de nuestra literatura. Le expresé entonces:
Estimado Alexis: Escarbando entre los libros de mi biblioteca —posiblemente buscando alguna respuesta al clima de odio, corrupción y dolor que estamos viviendo— encontré un ejemplar de «Compadre Mon», del eterno Manuel del Cabral. Al leerlo, me detuve en el Poema primero y, de repente, se me aclararon las dudas que tenía acerca de la teoría de Ortega y Gasset sobre la metáfora, compendiada en el «Ensayo de estética a manera de prólogo», que escribió para el poemario «El pasajero», de J. Moreno Villa, en 1914. Comprendí, leyendo ese Poema primero -y apoyándome en Ortega- que la metáfora produce, anexada a los efectos y goces estéticos, unos enormes estallidos epistémicos que golpean la realidad y, en una u otra medida, la enriquecen o la desmienten.
Cuando Manuel del Cabral publicó «Compadre Mon» (Santiago, 1940, y luego Buenos Aires, 1943), el país estaba gobernado por Rafael Trujillo, quien en sólo diez años había domesticado a sangre y fuego lo que parecía ser un instinto de agresividad nacional. Sin embargo, en el Poema primero del Cabral declara que: «La tierra por aquí cuando madruga / siempre despierta con las amapolas / que nacen de repente en las pistolas».
Es decir, la metáfora expresada en las amapolas conduce hacia la entropía subyacente en el aparente orden establecido por Trujillo, reafirmando del Cabral -a través de otros tropos: macho, catedral, cinto, dentadura- que la paz del país no era más que ornamento y estafa: «En esta tierra es caballero el crimen / En esta pequeñita geografía / en donde siempre la palabra macho / es una catedral desde muchacho. / Aquí, donde la voz está en el cinto / entre la dentadura de las balas / entre la dentadura del instinto».
Lo épico-trascendente del Poema primero no pudo, entonces, ser plenamente asimilado en el país debido a que en aquel decenio del 40 las confusiones interpretativas de los lectores se comprimían debido al crecimiento de la represión y habría que investigar a cuántos compradores llegaron los ejemplares de la reducida edición nacional (1940) y cuáles medios realizaron comentarios o estudios críticos de «Compadre Mon».
Para esa época, «Listín Diario» estaba cerrado y «El Caribe» saldría en 1948, por lo que la edición del poema -si hubo alguna nota de prensa- sólo fue servida en el país a través de los diarios «La Nación» (de Ciudad Trujillo) y «La Información» (de Santiago), cuyas ediciones no eran abundantes. Ojalá, Alexis, que este fragmento vital de «Compadre Mon», de Manuel del Cabral, produzca esa realidad paralela donde se cuecen los contextos aberrantes, fantásticos y eufóricos que nos niega la vida.
Con mis afectos renovados, Efraim Castillo.