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Carta militares haitianos

Carta militares haitianos

Chiqui Vicioso

Sorprendió a todo el país el hecho de que un grupo de militares haitianos le escribiera al presidente Abinader una carta.   Los más cínicos exclamaron: ¡Oh, pero saben escribir!, y los más respetuosos se alegraron porque esa carta, aun no respondida, indico lo que siempre hemos sabido: que en Haití existe una clase pensante como en todos los países del mundo.

Los militares parecían reclamarle al presidente su discurso en la ONU, donde explico que Haití no es un problema dominicano y que la comunidad internacional, particularmente Francia y Canadá, la comunidad económica europea, debía tomar cartas en el asunto, con diplomáticos dominicanos formados para esos fines, que trabajen en Paris y trasciendan la superficialidad generalizada.

Tal parece que los militares asumieron que esa solicitud era un llamado a otra intervención militar y aclararon que estaban hartos de 29 años de intervencionismo, donde entre otras cosas fueron infectados por tropas africanas, sus niñas, niños y mujeres fueron violados por militares intervencionistas y al cabo de tantos años nada se había resuelto realmente en Haití.

Eso que reclaman a nuestro presidente debieron plantearlo hace mucho tiempo, es decir, surgir como grupo militar organizado y tener una presencia internacional y nacional, que comenzara por ejemplo por exterminar las bandas armadas de un ex jefe policial con el grotesco apodo de Barbacoa., que aterrorizan al país.

La autoridad no se gana con declaraciones, sino con acciones enérgicas.  Creo que si los militares pensantes haitianos quieren tener una voz y ganarse el respeto nacional e internacional tienen que tomar el destino de su país en sus manos y ello significa poner primero orden interno; acabar con las bandas armadas, con los secuestros, con los asaltos, e imponer un programa de acciones básicas: caminos, puentes, tomas de agua, puestos de salud, que les vaya ganando el respeto de la población.

Reclamarle a otros lo que uno no es capaz de hacer es una fórmula de fracaso en cualquier plano y si es cierto que el contrabando y el tráfico humano pasan por la frontera dominico-haitiana siempre ha habido dos responsables de esa situación:   militares aquí y de allá.

De lo que si tenemos que ocuparnos los buenos dominicanos es de devolverle la nacionalidad a los dominico-haitianos, es decir a los que nacieron aquí, nunca han ido a Haití ni saben creole, y hoy son muertos civiles, una medida que jamás le perdonaremos a un dominicana-york como Leonel Fernández, y su famoso Tribunal Constitucional, a quien además le atribuyen ser un norteamericano de formación y pretensiones.