La valía de Luperón
Señor director:
Un ameno intercambio con la extraordinaria maestra Luisa Navarro, directora de la Escuela de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), me llevó a recordar mis tiempos de dirigentes del club Oscar Santana, en el populoso barrio de Gualey, y de la Asociacion de Clubes del Distrito Nacional. Toqué el tema de la valía y total entrega de ese inmortal héroe puertoplateño llamado Gregorio Luperón.
Al conversar con la versada historiadora, me llegaron a la mente los debates en el Oscar Santana y las células del Movimiento Popular Dominicano (MPD), de las que el profesor Francisco Maldonado Pozo (Momón), Marino Camilo, Juan Ramón Moreno y otros teníamos largas discusiones analizando la trascendencia de la lucha de Luperón, su papel en la Restauración y su trabajo como presidente de la República.
Para esos tiempos (hace algunos 40 años), llegábamos a la conclusión de que República Dominicana tiene una cuota de agradecimiento eterno con él y ascenderlo al Parnaso Sagrado de la Historia como su Padre de la Patria número 4. Esa sería una forma de reivindicarlo.
Los seguidores de la historia nacional saben -perfectamente- que el humilde y valiente hijo de Puerto Plata siempre llevó una conducta honesta y combativa en defensa de los mejores intereses de los dominicanos, además de ser un solidario militar y gobernante a favor de la lucha en contra de los imperialistas, divulgando la idea de que las islas antillanas integraran una Gran Confederación.
Hay quienes defienden la vigencia de la Triada de los Padres de la Patria, la cual fue concebida a finales del 1880 por quienes ostentaban el control económico, político y social del país, dejando fuera a Luperón.
Como en los siglos 19 y 20, todavía al imperecedero machete puertoplateño se le niega un derecho que se ganó.
Si se revisa a conciencia, en la hoja de servicio del patricio Luperón no hay un acto de traición a la patria o que se haya prestado para fusilar a los hombres y mujeres que encarnaban -en sus respectivos momentos- la libertad o el sentimiento por los ideales de la República.
En su historia, siempre hallaremos una actitud consecuente a favor de la justicia social y a un gobernante visionario con las cualidades de un demócrata al servicio de las mejores causas a tiempo completo.
Si nos pusiésemos a colocarlo en una balanza con otros, su entrega real a los sentimientos de la patria, está muy por encima. Hay que ser realista.
Luperón fue un auténtico Padre de la Paria.
Nunca tuvo vacaciones y tampoco se alió con quienes mancillaron nuestra soberanía nacional.
Atentamente,
Domingo Batista