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Catástrofes Apostando a la suerte y ahí viene el lobo

Catástrofes Apostando a la suerte y ahí viene el lobo

Las catástrofes se han vuelto tan recurrentes en los últimos años que hasta muchos empiezan a ponerle fecha al fin del mundo. Como de falsos profetas y chamanes ya estamos cansados, pongamos mejor una fecha al momento desde el cual deberíamos empezar a trabajar seriamente para prevenirnos en caso de que alguna catástrofe de gran magnitud se posara sobre el país.

El caso más reciente, el coronavirus que en la actualidad hace estragos en la provincia de Hubei en China, nos da más que razones para alertar a nuestras autoridades sobre la importancia de la prevención.

China es la segunda economía del planeta, y aun así, ya siente los dolores financieros debido a la inactividad económica que ha causado el coronavirus: desde industrias cerradas hasta ciudades con millones de habitantes bloqueados en una especie de cuarentena impuesta.

Pese a los esfuerzos por contener el virus, los contagiados se cuentan por miles. En cuanto al número de muertos, solo Dios sabe la cifra exacta, pues pasadas experiencias son suficientes para saber que en ese país asiático con mucha frecuencia hay disparidad entre las cifras que dan el Gobierno y las reales, abultadas cuando son convenientes y disminuidas cuando son desfavorables.

Desde Estados Unidos hasta Corea del Sur o Japón, países con un sistema de salud de alta calidad, se han extremado las medidas de seguridad para prevenir la propagación del coronavirus.

Da miedo pensar en cuántas personas probablemente morirían si el coronavirus se expandiera por países como Haití, Honduras, Burundi o República centroafricana.

La República Dominicana no ha visto un desastre natural realmente grave desde el huracán David, el 31 de agosto de 1979. Sin embargo, no ha pasado lo mismo con países vecinos: Haití quedó prácticamente destruido después del terremoto del año 2010 y todavía hasta el día de hoy no ha podido “sacar la cabeza” ni en lo económico ni en lo social. ¿Y por aquí? No ha pasado nada. Puerto Rico dejó de ser tan “rico” después del paso del huracán María en el 2017. Y como las desgracias parecen no venir solas, ahora está lidiando con terremotos de gran magnitud. ¿Y por aquí? No ha pasado nada. Tomando en consideración la cercanía de esos lugares, valdría preguntarse qué ángel nos protege o qué gran suerte tenemos.

En cualquier caso, ya es hora de prepararnos seriamente contra las catástrofes y desastres naturales (huracanes, terremotos o virus letales) que tarde o temprano, pero seguro, azotarán el país.

Para poner un simple ejemplo, la forma de obrar de la gente ante un posible terremoto es tan peligrosa como el terremoto mismo: algunas personas mayores se ponen en cuclillas a darse golpes en el pecho, hay más de uno que se lanza de un segundo piso para llegar a tierra más rápidamente y muchos salen paradójicamente a los lugares más peligrosos. Todo esto porque nunca o muy pocas veces se le ha enseñado a la gente las cosas más elementales que deben hacer en esos casos: cubrirse la cabeza y protegerse debajo de un lugar fuerte.

Hagamos todos los años simulacros de prevención en todas las escuelas, lugares de trabajo y hospitales sobre cómo actuar según el lugar donde nos encontremos en caso de la presencia de virus mortíferos, de terremotos, tsunamis y otros desastres. No es la primera vez que hablamos sobre esto ni la primera vez que la NASA nos advierte sobre posibles riesgos para el país por catástrofes.

Aprendamos del sufrimiento que vive Haití y de los problemas con los que convive Puerto Rico para poder mitigar los desastres el día que nos lleguen. Hay que crear un organismo más especializado para tratar esta situación y olvidarnos de la fábula del Pastor mentiroso porque ni la fábula de Esopo (?) ni su frase de “ahí viene el lobo” nuestros jóvenes las conocen.
El autor es periodista.

El Nacional

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