A Celso Marranzini Pérez (Celsito, para mí) lo conocí a mediados de los años sesenta del siglo pasado, por intermediación de sus padres, Constantino Marranzini, que era administrador de la industria Celso Pérez, C. por A., y su madre, doña Mary Pérez de Marranzini -la mujer más dulce y cariñosa que he conocido-, fundadora de la histórica Asociación Dominicana de Rehabilitación. Al conocer a Celsito me impresionó mucho su valor y resiliencia, ya que habiendo contraído poliomielitis a los seis años, en 1958, se desenvolvía como un dinámico joven emprendedor.
Recuerdo que Celsito subía vigorosamente las escaleras de mi publicitaria todas las tardes , desde donde esperaba la salida del trabajo de su prometida, quien laboraba en la empresa R. Esteva, situada frente a mi agencia.
Luego de una exitosa trayectoria empresarial, Celsito ocupa hoy la Presidencia del Consejo Unificado de las EDE y desde allí ha soportado todas las maldiciones de los que, como yo y todo el pueblo, tenemos que soportar los constantes apagones del angustioso sistema eléctrico nacional, cuya estructura de múltiples cabezas desorganiza su capacidad.
Es entre ese berenjenal, entre ese híbrido y fluctuante rompecabezas, en donde se mueve y flota la administración de Celsito, sometida a insultos, maldiciones y peticiones de su cabeza; pero como lo conozco y sé la sangre que corre por sus venas, también sé que la culpa de ese desorden eléctrico que nos azota desde lejos no es de él y que, si por alguna razón lo fuese, ya habría respondido con valentía las acusaciones y ofensas que soporta y habría renunciado.
Sin embargo, la otra página de este drama tiene una pregunta crucial: ¿por qué Luis Abinader, que conoce a fondo el problema, mantiene en el puesto de Presidente del Consejo Unificador de las EDE a Celso Marranzini Pérez? La respuesta a esta simple pregunta, que parecería la respuesta ideal para terminar con los apagones, la conoce al dedillo nuestro presidente.
Él sabe, conoce, que Celso Marranzini Pérez no es el problema de ese caos eléctrico; él sabe, conoce, que ese problema es un puzzle compuesto de múltiples factores: generación, transmisión, distribución, carga base, carga fría, cobros y, con todos esos factores empaquetados, la gestión del sistema.
Pero el presidente Abinader sabe, asimismo, que un gobernante puede darse el lujo de ser temido, pero nunca odiado; tal como escribió Maquiavelo en el Renacimiento. Abinader sabe que el odio hacia el gobernante lleva a las protestas, a la rebelión.
Y para eso, para que el pueblo, la gleba, las masas, destilen el odio que despiertan los pésimos servicios públicos, como sucede con los apagones, existe el pararrayos, un asesor, un burócrata, un ayudante que pueda catalizarlo, destilarlo y capitalizarlo, como lo está absorbiendo y asumiendo Celso Marranzini Pérez, Fue por eso, que Maquiavelo asumió el temor como la mejor opción del príncipe para no ser odiado y es por eso, precisamente, por lo que Celso Marranzini Pérez absorbe todo el odioso furor del pueblo por los apagones.

