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Tanto Carlos Curiel como Santiago Lamela Geler veían el cine como entretención, como un espectáculo al que se debía poner atención porque detrás de su efecto luz-sombra se formulaba un lenguaje que sobrepasaba los sentidos y se explayaba hacia símbolos concatenados con otros sistemas culturales, ajenos o no al país.
Si se analizan aquellas críticas, que están ahí, prensadas en los principales diarios de la época, se observará que ni Curiel ni Lamela Geler se limitaban a contar el argumento en-sí, sino a recorrer los contextos fílmicos para —y hasta donde podían— visionar y explorar todo un sistema de construcción audiovisual. Aquellos trabajos de Curiel y Lamela Geler se adscribían a la teoría de Edgard Morin del carácter mágico del cine y la necesidad del hombre de trascenderse a sí mismo, tanto en la vida como en la muerte.
En sus críticas, tanto Curiel como Lamela Geler realizaban la exploración teatral de un espectáculo que se alejaba de éste por la sencilla razón de que, superpuestas, las diferencias entre espacio fílmico y espacio teatral son demasiado específicas: mientras el espectador se mueve en un espacio real en el teatro, lo hace de manera fugada y evasiva -a través de una conciencia de lo real- en el cinematógrafo.
Enrique Rodríguez Murcia (Rodrimur), un español al que no conocí personalmente, escribió durante años en la prensa local (creo que en el diario La Nación) y producía un espacio radial de música española en el que, también, insertaba noticias referentes a la cinematografía.
Desde luego, el peso de Rodrimur entre los importadores de películas no era similar al ejercido por Curiel y Lamela Geler; aunque es preciso señalar que las casas distribuidoras de filmes nunca han hecho el menor caso al ejercicio de la crónica y la crítica cinematográficas, en virtud de que sólo un pequeño grupo de cinéfilos presta verdadera atención a sus opiniones; un fenómeno que creció luego de la llegada al país de la televisión por cable en los años ochenta, y ahora con el advenimiento de la Internet y la plataforma streaming, que permite seleccionar y recibir contenidos multimedia en tiempo real o diferido desde el televisor o el teléfono digital.
La muerte violenta de Trujillo en mayo de 1961 trajo nuevos aires y el país se abrió a una estética de vanguardia junto el retorno del exilio antitrujillista y la moda y corriente principales era escucharlo, imitarlo; adecuándose el país a todo lo que aquel grupo humano nos contara de la metrópolis de los sueños, Nueva York; de Cuba y Fidel, de la pujante Venezuela, del Buenos Aires de Carlos Gardel.
Pero ni el exilio ni la apertura a estéticas desconocidas pudieron propiciar un avance en la metodología de una crítica cinematográfica, porque lo que llegó con ese exilio fue una marcada tendencia hacia compromisos ideológicos, algo que no pudimos comprender quienes nos iniciábamos en ese trabajo crítico, al que Guillermo Cabrera Infante llamó “un oficio del Siglo XX”.