La “Alianza Rescate-RD” se anunció con gran publicidad. FP,PLD y PRD firmaron una alianza inicial amplia por alcaldías, 4 senadurías, y apoyar en segunda vuelta a quien sea segundo en mayo, para combatir la incertidumbre que según los sustentadores crea la continuidad de la actual Administración.
Palpable ya iba siendo la hora de que esa realidad se diera a conocer en el ordenamiento electoral y político, para arrebatar la hegemonía de un poder que pretende, no solo ganar, sino aplastar la oposición. Gargantas secas. Incredulidad, éxtasis y aceptación, tanto en los gestores como en críticos acérrimos se han manifestado. Para el Gobierno: “temores de la oposición”, o vista en forma maniquea: “los malos” allá y “los buenos” aquí. En verdad son días de polarización política y la unicidad monolítica no resiste el paso del tiempo.
El triunfalismo asoma y lleva a cometer errores que luego traen los lamentos de Jeremías: “el pueblo es incomprensible”, suele decirse. Y es que se pierde la fidelidad y la fiabilidad hacia el Gobierno que está obligado a cumplir lo prometido, a brindar los servicios, y así lo evidencia esa suerte de ruinas silentes que se yerguen entre tupida y crecida maleza de 700 escuelas no terminadas, y que ha obligado a Educación a contratar 900 aulas de los tipos y condiciones más inverosímiles, pero aún quedando miles de niños sin escolarizar.
Hay cierto desprecio moralista a la alianza por “amoral”, “falta de escrúpulos”, “es borrosa”, pero en la política dominicana después de 1994 esta forma se ha consolidado como un elemento definitorio. Incluso hay referentes, verdaderos modelos como ocurrió en 1974. Ahora con tres polos mayoritarios y cuando se incrementan las dificultades del Gobierno, y la oposición lo sabe; más, esa falta de ganas y los resultados esfumándose entre gestos y palabras, merece la pena tomarla en serio pues no es una ocurrencia. Se comprenden los temores.