En España, el domingo hubo grandes festejos oficiales por ser el Día Nacional, también conocido allí como Día de la Hispanidad, recordando la efeméride del eufemísticamente nombrado “encuentro de dos mundos” que, en realidad, evoca la obtención de grandes beneficios económicos y la expansión del poder colonizante, para quien, además, se impuso como “madre patria”.
Sin embargo, el mes de octubre recuerda, para los pueblos de nuestra región de América, la imposición de un sistema político y económico que nos empobreció y llegó al punto del exterminio de las civilizaciones aquí ubicadas.
El colonialismo alcanzó su auge entre los siglos XV y XX cuando desde Europa bajo argumentos históricos de necesidades económicas, explotación laboral e imposición de tributos, expansión territorial, control de rutas comerciales, prestigio político y, muy importante, difusión de su cultura y religión, colonizaron vastos territorios de Asia, Oceanía, América y África.
En el caso de América Latina, España, desde finales del siglo XV hasta comienzos del XIX, colonizó todas las poblaciones indígenas, civilizaciones como Aztecas, Incas, Mayas y las demás nativas de estas tierras, explotando los recursos naturales, especialmente el oro y la plata, de alto valor para esa época en que no había mención a “tierras raras”, y forzaron la conversión de esa gente al cristianismo.
Como consecuencia para nuestros pueblos, se destruyeron las civilizaciones indígenas y una economía exitosa de explotación respetuosa de los recursos naturales, pero lo peor, se racializó a las personas, inferiorizándolas por no ser blancas. Divisiones que se mantienen hoy en el mundo: perdurabilidades coloniales que continúan moldeando las prácticas entre los pueblos dominadores y los sometidos.
Y ese sistema de dominación mediante las presiones económicas y el imperialismo cultural para mantener sus intereses, sigue siendo una forma de sometimiento entre los que llaman países desarrollados y subdesarrollados, una manera contemporánea de dominación y explotación -neocolonialismo- que funciona manteniendo e inventando nuevas maneras de aumentar las diferencias de poder y riqueza como característica cultural reciclada.
El colonialismo está vigente hoy más que nunca, en forma de discriminación de las personas por raza y etnia, género, posibilidades económicas, xenofobia, intolerancia, etc., de manera institucionalizada y en clave de mucho odio y violencia.
No podemos olvidar la conceptualización de Eduardo Galeano: “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia».
Sin rectificar ni pedirnos perdón, nos siguen colonizando. Nada que celebrar.