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Como cada Domingo

Como cada  Domingo

El fuego de las hojas

La vida es múltiple. Ella es infinitamente creativa en cada detalle. Eternamente renovada en si misma. Incluso en el detalle tan nimio del color de sus hojas que ofrecen un espectáculo cromático y de fantasías, al que le pasamos por el frente sin hacerle caso alguno.

Tras cada rincón ignorado de esa realidad de millones de rostros, con cada traslado de estación a estación, se encuentra un tesoro que no advertimos por la ausencia de un sentido vivido desde lo ínfimo.

El cambio de estación de verano a otoño, se marca desde especies vivientes, aparentemente inmóviles, pero que son un laboratorio intenso de vida intrínseca en cada una de sus partes, como es el caso de los arboles, esos que hacen posible la vida con su ignorado trabajo de limpiar el aire contaminado que producimos.

El espectáculo de fuego y fantasías que ofrecen las hojas del árbol que simbólicamente nos anuncia que la tercera estación del año se ha instalado, que vamos camino al final, con un invierno que hace fría y aislada la población que la recibe, pocas veces lo disfrutamos.

A poca gente impacta ese lenguaje cromático y de formas, que desde su silencio proclaman estas simples hojas con sus tridentes inocentes de belleza y vida.

Una pena que estos árboles, estas hojas y estos colores, no podamos tenerlos asa en Republica Dominicana donde, no obstante, hay otras formas de maravillarse desde la flora, sin tener que venir a Lawrence, Boston, para tener conciencia de cuán grande es la obra de Dios, y cuan ignorada resulta por nuestra necia postura de vivir corriendo tras propósitos de circunstancia.

En momentos oportunos, hay que detener la mirada al detalle. Y hacer conciencia de lo que perdemos por vivir sin vivir.

Es que no hay oportunidad para cansarse: la vida es una, única, múltiple e infinita.

¿Cuándo lo vamos a aprender?