El ejemplo de Senabri |
Senabri Silveste era una periodista profesional, madre ejemplar de Sebastián y Sarah y pastora evangélica de jóvenes de la Iglesia de Dios de las Profecías Las Filipinas, en San Pedro de Macorís y editora de noticias nacionales del diario matutino El Día. Ella nos ofreció el ejemplo de una vida en coherencia con sus ideales cristianos y su formación y práctica profesional.
De un temperamento afable y abierto, fue una evangélica que nunca abordó a los amigos y colegas para tratar de captarlos. Es más, mucha gente no sabía de su activismo cristiano, fuera de la columna que sobre temas cristianos publicaba tanto en El Día como en su página www.senabrisilvestre.com, de la cual nos permitimos tomar este texto (resumido) para sentir que ella nos habla directamente a cada uno de nosotros.
“El éxito de la predicación del evangelio por parte de los apóstoles, la mayoría de ellos muertos trágicamente como mártires, nos demuestra que debemos enfrentar muchas adversidades para lograr nuestros objetivos.

Entonces, ante la situación que padeces, bien sea de enfermedad, pérdida de un ser querido o de algo material, ¿por qué te detienes?
Aunque la mente y el cuerpo estén heridos, cuando fallan las fuerzas, tu visión debe estar puesta en el propósito de Dios, en tus objetivos personales, en aquello que quieres lograr. Cuando un camino se bloquea no vale detenerse ni autocompadecerse, sino buscar una vía alterna para proseguir.
Es cierto que a veces no está claro cómo seguir avanzando. Pablo, luego de su conversión, relatada en Hechos, capítulo nueve, “por la gloria de la luz» a través de la cual vio a Jesús, quedó ciego. Ante el shock de lo ocurrido, Saulo (como era llamado en ese momento) fue llevado a Damasco y llevaba tres días sin ver, comer ni beber.
Él no sabía qué hacer ni para dónde coger, pero Dios, al igual que hoy llega a ti, envió a Ananías para hacerle saber que había sido escogido para su obra. “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”, Hechos 22:16.
Así le dijo Ananías y enseguida se le cayeron las escamas de los ojos. Al instante, Pablo se levantó, comió y comenzó a predicar el Evangelio.
Hoy, aún en tu desierto, Dios guarda tu vida, ¿por qué te detienes?