Articulistas Opinión

Con Haití: diplomacia

Con Haití: diplomacia

Luis Pérez Casanova

Haití no es ni ha sido nunca un buen vecino. Más bien todo lo contrario. Pero aun así, tenemos que aceptar, gústenos o no nos guste, queramos o no queramos, que Haití es y será nuestro vecino. Sin temor al estigma que la ignorancia, el odio o intereses malamente revestidos de patriotismo utilizan como arma para exacerbar las tensiones, la diplomacia será siempre la mejor y la vía más expedita para abordar las relaciones con ese vecino tan tormentoso.

Tal vez sea necesario resaltar que los haitianos que residen en el país lo hacen por necesidad. Y que poco a poco ya no se dedican únicamente a la construcción y la agricultura, sino que son quienes suplen una amplia gama de servicios marginales en los centros urbanos. Los quehaceres domésticos, venta callejera de frutas y vegetales, seguridad, mantenimiento y muchos otros oficios son dominados en su mayoría por esos inmigrantes a quienes se suele humillar con un peligroso discurso de persecución y odio.

El haitiano, en su lucha por sobrevivir, ha sido indiferente a los denuestos. Pero tal vez no ignore su historia ni las atrocidades que se cometieron durante la matanza del 37. Se cuenta que en la orgía sangrienta ordenada por el dictador Rafael Trujillo, infantes eran desprendidos de los brazos de las madres y decapitados o batidos contra alguna piedra; que grupos eran atados y lanzados vivos a los tiburones y que hombres y mujeres eran degollados sin ningún tipo de piedad, además de despojados de sus escasos bienes personales.

Esos horrorosos acontecimientos son para que se evite despertar el resentimiento en una numerosa población que no hace más que trabajar para subsistir. Si no quiere problema, tampoco hay que creárselo. El dominicano puede desconocer, pero no así el haitiano, que uno de los precursores de la independencia del vecino país, Makandal, preparaba veneno para que el servicio doméstico lo ligara con los alimentos que servían a los amos franceses.

La bravuconería de que los dominicanos siempre han derrotado a los haitianos mejor es que se destierre en aras de una convivencia si se quiera más humana. Se ha demostrado de mil maneras que el pueblo y las autoridades de esa nación no piensan de la misma manera.

Antes que exacerbar el odio o incentivar rencores la solución a los problemas que han surgido en los últimos tiempos, sobre todo a partir de la construcción unilateral de un canal en el río Masacre, tienen que buscarse, como hasta ahora, por la vía diplomática.

No por debilidades o presiones, sino porque es la más civilizada y conveniente para los intereses nacionales. Aunque Haití se haya caracterizado por violar los acuerdos y negociar con cartas bajo la manga no hay otra opción que el diálogo para llegar a acuerdos.