Articulistas Opinión

Contratación fallida

Contratación fallida

Pedro P. Yermenos Forastieri

Los empleadores buscaban, afanados, personal con el perfil requerido para la vacante disponible. Las precariedades en la formación técnica y académica en el país convertían el intento en algo tan difícil como ser agraciado en sorteo de lotería.

Las entrevistas sucedían una tras otra y las decepciones se acumulaban junto con la perplejidad que ocasionaba constatar la falta de correspondencia entre titulaciones alcanzadas con lo reflejado en elementales evaluaciones. Talleres, licenciaturas, diplomados, maestrías, sin manifestación en la realidad. ¿Qué fenómeno, que no sea una descarnada comercialización de la educación, podría explicar tamaña incoherencia?.

Cuando casi perdían la esperanza, una pariente por afinidad le expuso la posibilidad de evaluar a su sobrina, quien estaba sin trabajo y tenía gran necesidad de generar ingresos para solventar sus gastos y del hijo que mantenía sin respaldo de un papá que resultó bueno solo para aportar el placer que produjo su consecuencia extrema.

El encanto y la ilusión parecieron surgir de forma súbita. Creyeron que su búsqueda frenética había llegado a su final y que, al fin, encontraron, para un prolongado período, la persona que tanto anhelaban. Durante los primeros meses todo parecía confirmarse y la alegría de los patronos iba en aumento, hasta encumbrarse a tal altura, que hizo más demoledor la contundencia del golpe cuando todo se desplomó.
El cambio fue tan repentino que no podían comprender cómo una misma persona era capaz de transformarse de tal manera en un espacio temporal de apenas días.

Pese al trato exquisito que recibía, desarrolló una especie de rabia contenida contra ellos, que la transformó en alguien desconocido.

Muchos esfuerzos fueron desplegados para que explicara los motivos de ese sorpensivo cambio de actitud. Su respuesta era el silencio y un llanto sin relación con la oportunidad ofrecida para escuchar sus argumentos y salvar la situación, gesto poco frecuente en empleadores. No se recibió la más mínima reciprocidad de una mujer que mostraba comportamientos alejados de la normalidad.

De ahí en adelante todo fue empeorando. Se confabuló con colaboradores para crear un pésimo ambiente laboral que generaba una situación insostenible.

Aquella mañana, mediante un mensaje, informó que en su casa no había agua y llegaría retrasada. Arribó una hora después. Consensuó agenda con su superiora. Al terminar, ocupó su lugar. Cinco minutos después regresó con sus llaves del local. Se las entregó. ¿Qué significa esto?, preguntó. Que me voy. ¿Pero cuándo? Ya, fue su lacónica respuesta.