Compadre Mon
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Si los grupos elitistas conocieron la realidad objetiva [la coyuntura] no la reconciliaron sino a través de una hipótesis, sometiendo sus prácticas literarias a un recuento en que sobresalieron las satisfacciones individuales por sobre las colectivas; una actividad donde lo social se desvinculó del proceso creativo mediante la subjetividad. Por eso, sin lugar a dudas, que sólo los productores literarios independientes [Bosch, Mir, Hernández Franco, Del Cabral, Incháustegui Cabral, Guzmán Carretero y los concienciados a partir de las coyunturas del 48 y del 50] hayan dejado una producción que reprodujo, objetivamente, el proceso histórico-social del país y, con él y de manera significativa, el de su mundo epocal.
Hubo poetas agrupados [como Franklin Mieses Burgos] que a pesar de sus protagonismos grupales y aparentes desvinculaciones con la realidad sociopolítica, anexaron a su poética maravillosas creaciones donde las estructuras agnóstico-estéticas marcaron claras diferencias y, por lo tanto, no pueden ser considerados como productores literarios apegados, exclusivamente, al elitismo. Puede quedar demostrado, asimismo —muchos no lo aceptarán— que la producción literaria de los llamados “poetas independientes del 40” se convirtió en una guerrilla para los grupos culturales establecidos, a los que no les preocupó el discurso social en sus producciones, las cuales sólo satisfacían gozos subjetivistas [y metafísicos] que les apartaban del discurso social. Por eso, Incháustegui, Del Cabral y los otros, se convirtieron en productores literarios atacados por los oficiantes del proyecto Poesía Sorprendida, que pasó a ser un islote de poder cultural que agradó a la dictadura.
El propio Incháustegui Cabral, en El Pozo Muerto inmiscuye su nombre junto a los de Domingo Moreno Jimenes —ya sin su proyecto postumista—, Ramón Marrero Aristy, Freddy Prestol Castillo, Néstor Caro, José Rijo, Sócrates Nolasco, Manuel del Cabral, Guzmán Carretero y Pedro María Cruz explicando que “frente a la tropa disciplinada y bien armada de ‘La Poesía Sorprendida’ estábamos los grupos ya enumerados y los que hacíamos la guerra por cuenta propia” (ob. citada, p.174). Incháustegui Cabral involucra a Tomás Hernández Franco y apunta que: ”No se hicieron esperar las primeras descargas: traían a Moreno Jimenes entre ceja y ceja y pusieron de resalto todo lo que en su obra la hace desigual, pasando un poco a la ligera por encima de cuanto en ella es grande, a veces casi sublime […]. A mí me dejaron por muerto después de una impiadosa reseña de uno de mis libros […]. Del Cabral padeció violentos ataques. Se le buscaron parecidos, ecos, influencias”.
La independencia compromisoria respecto a los proyectos auspiciados por el establecimiento del poder dictatorial, inyectó a los productores solitarios de una excusa para posicionarse en lo social, así como la evasión de una tropología que parecía dirigida hacia un enemigo común, cuando en realidad la referencialidad capital era el mundo objetivo que existía con independencia de ellos.