Articulistas Opinión

Convergencia

Convergencia

Efraim Castillo

Un país en el mundo 1 de 4

Fue maravillosa la lucidez ideológica de Pedro Mir (1913-2000) antes de arribar a los treinta años; por eso, su conciencia revolucionaria brilló sobre los poetas del país entre los años 1935-1950. Sólo habría que investigar las producciones poéticas de esos quince años para arribar a esa conclusión. Mir, que se estrenó como rapsoda sumergido en la influencia de Federico García Lorca (1898-1936), introdujo en su poética temas sociales que establecieron diferenciaciones sustanciales con el bardo granadino, tales como un marcado énfasis en la comprensión y reflexión de las contradicciones de clase.

Los primeros poemas de Pedro Mir, A la carta que no ha de venir, Catorce versos y Abulia, fueron publicados el 19 de diciembre de 1937 en la página dominical del Listín Diario, entonces dirigida por Juan Bosch (1909-2001). Al publicar estos poemas de Mir, Bosch profetizó su futuro con una pregunta que se tornó profecía: “¿Será este muchacho el esperado poeta social dominicano?” Pero es importante señalar que un mes después de la publicación de esos poemas (enero de 1938), el propio Bosch tuvo que marchar al exilio.

Luego, tres meses después (marzo 13, 1938), el Listín publicó Poema del llanto trigueño, el cual marcó una clara separación entre Mir y los productores independientes de aquellos años (Guzmán Carretero [1915-1948], Incháustegui Cabral [1912-1979], Manuel del Cabral [1907-1999]), a través del entroncamiento de un-darse-cuenta de la crisis ideológica que atravesaba la intelligentsia nacional en una coyuntura donde la dictadura fortalecía su poder (1930-1944) y expandía su dominio en el tejido social. Al respecto, es preciso estar consciente, ya que no creo en ciertos poemas —aparentemente sociales— escritos en el país entre 1938-1942.

La poética de Mir está llena de imágenes dond e las contradicciones de la producción cultural se visibilizan por el enfrentamiento ideológico que abatía un mundo al que Mir, proveniente de la geografía nacional donde nació nuestro proletariado [el batey petromacorisano], conocía y sabía hasta qué punto se ahondaban las negaciones de clase entre el patrón azucarero, el obrero del ingenio y el cortador de caña (bracero).

Por eso, aunque tal vez alejado de la práctica política en el inicio de esa década, Mir pudo decir en Poema del llanto trigueño —con cierto sabor lorquiano—: En la calle del Conde asomada a las vidrieras, / aquí las camisas blancas, / allá las camisas negras, / ¡y dondequiera un sudor emocionante en mi tierra! / ¡Qué hermosa camisa blanca! / Pero detrás: / la tragedia, / el monorrítmico son de los pedales sonámbulos, / el secreteo fatídico y tenaz de las tijeras.

Algo que ningún poeta se había atrevido a decir en un país que acababa de cambiar el nombre ancestral de su capital, Santo Domingo, por el ya execrable Ciudad Trujillo. Mir, en Poema del llanto trigueño traza el ascendiente social poético del que sería —once años después— uno de los poemas de mayor sustanciación ideológica escrito en el país, Hay un país en el mundo.