Por: Leandro Guzmán
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Los crímenes por encargo, englobados bajo la denominación de sicariato, constituyen hoy uno de los tantos peligros para la frágil democracia dominicana, porque con ellos se trata de usurpar funciones que corresponden a la Justicia e imponer el silencio a los ciudadanos.
Esos crímenes constituyen un reto más al Gobierno, como consecuencia de la droga en su generalidad. En la denominada Era de Trujillo los ciudadanos eran encarcelados, torturados, exiliados o muertos por criticar a ese régimen de oprobio, a quien lo encabezaba o a sus familiares. Eso daba lugar a quien el país imperara un silencio sepulcral en cuanto se refiere a hacer comentarios de tipo político.
Pero ocurre que no estamos bajo el manto de una tiranía, sino de un sistema democrático que, con sus graves mperfecciones, permite que haya una apariencia de un buen sistema judicial, cuando sabemos que no es así.
Esto lo decimos por lo que hoy ocurre entre la Procuradora Fiscal del Distrito Nacional y una dama que es juez, aunque desde hace mucho tiempo el actual Jefe de la Policía viene quejándose de que por más esfuerzos que se hacen para combatir la delincuencia en todas sus manifestaciones, todo rueda por el suelo cuando los expedientes caen en manos de jueces venales que ponen en libertad a gente con extensos prontuarios delictivos.
Hay otros casos parecidos que no reflejan la verdadera realidad, que son aquellos de jueces que reciben amenazas de los capos, en el sentido de que les matarían hijos o a algunos de sus familiares si no absuelven a los acusados. Entonces esos magistrados caen en la categoría de venales, sin haber recibido recursos económicos. Se trata de un terrorismo sicológico, difícil de combatir, aunque siempre es posible enfrentarlo si se cuenta con la decisión firme en todos los estamentos del Estado.
La gran preocupación que nos embarga es que hay jóvenes drogadictos que apelan a la distribución de sustancias controladas porque carecen de dinero para sustentar su vicio. Entonces mucha gente con adversarios por tales o cuales razones, apelan a esos jóvenes para que se conviertan en sicarios quitándolos del medio, a cambio de importantes sumas de dinero.
Si no se aplican severas medidas contra quienes incurren en cualquier delito, la sociedad dominicana siempre vivirá en sobresalto. Eso debe incluir mayor oportunidad para los jóvenes, proporcionándoles facilidades para la educación y para el aprendizaje de oficios, con deportes incluidos, para que poco a poco vayan viendo la delincuencia como cosa del pasado.

