Adiós 2014
No fue un año bueno, en el escenario dominicano, en todas las manifestaciones de su vida y menos en el escenario mundial donde se enseñorean, todavía, las fuerzas económicas más agresivas de las naciones poderosas del mundo encabezadas por los Estados Unidos de América. Oriente sigue siendo el modelo de la profunda desigualdad económica, social y política que pesa con horizontes aterradores en la vida de la humanidad. No vamos a hablar de África ni de la terrible epidemia del ébola, que sigue llevándose de la existencia a miles de indefensos ciudadanos de ese gigantesco continente, atrapados en la miseria más espantosa y en la falta de educación y de salud. Es tan grande el desequilibrio que en el orden humano se ha presentado, que son las naciones de Europa la evidencia más incuestionable de que la crisis que abruma a esos países, no es una crisis financiera sino una crisis del sistema capitalista.
En América, aunque hay todavía mucho que avanzar, el camino presenta una perspectiva esperanzadora de que más adelante, avanzando el tiempo, las cosas, si así puede decirse, irán cambiando paulatina pero firmemente en beneficio de la unidad de los pueblos hispanoamericanos, que han experimentado cambios notables en los perfiles políticos de los gobiernos que se han sucedido y vienen sucediendo aún, después de la desaparición dolorosa, dramática, sospechosa para el autor de esta columna, del gran líder revolucionario bolivariano de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Ahora, el anuncio de la apertura hacia el reconocimiento y el establecimiento de relaciones del gobierno de los Estados Unidos de América, que preside Barack Obama, con la Cuba revolucionaria, digna, valiente y admirada, amenazada por 53 años de embargo y agresión, que no lograron ponerla de rodillas, nos permite un saludo sino lleno de esperanzas por lo menos con la ilusión de que hemos comenzado a recorrer en América un nuevo camino.
Aquí en República Dominicana, habitada por un pueblo de una compleja composición social que no arrastra la dolorosa y discriminadora herencia de la esclavitud, como otros pueblos de América y del mundo, enfrentamos el más profundo y serio peligro de nuestra existencia: la ejecución agresiva e irrespetuosa, abusadora e inaceptable de las intenciones del gobierno de los Estados Unidos de América, apoyado por los gobiernos de Canadá y Francia, y un gigantesco aparato burocrático y servil de carácter internacional, que persigue convertir la isla de Santo Domingo en un Estado binacional, integrado por la nación dominicana y el conglomerado humano que recibe todavía, con agresiva ironía, el nombre de República de Haití, integrado por más de diez millones de habitantes que arrastran una miseria espantosa, enfermedades y epidemias, al parecer incurables, y que han perdido en 200 años o más de su existencia, los hábitos del trabajo.
Es responsabilidad del Partido de la Liberación Dominicana, concebido y dirigido por Juan Bosch, para completar la obra republicana de Juan Pablo Duarte y sus compañeros, no permitir que perezca y que desaparezca de la faz de la tierra esta sociedad que se ha ganado el respeto de su existencia por el esfuerzo de sus luchas y el sacrificio de sus hijos. Sobre los hombros del PLD, queda la responsabilidad de la existencia de “este pueblo legendario, veterano de la historia y David del Caribe.”