Opinión

CRÓNICA DEL PRESENTE

CRÓNICA DEL PRESENTE

Dedicamos nuestra columna de hoy, antes de finalizar el mes de octubre, a dos acontecimientos de gran importancia en el transcurso de nuestra vida: el primero de ellos fue nuestra graduación de Doctor en Derecho el 28 de este mes, de 1960, en la Universidad de Santo Domingo, Primada de América, que tenia inscritos en aquel entonces cerca de 4,500 estudiantes de diferentes disciplinas, de las cuales eran las más distinguidas: Ciencias Médicas, Ingeniería y Arquitectura, Derecho, Filosofía y luego Ciencias Económicas, en la cuales impartían docencia los profesionales de más alto nivel y jerarquía de la nación.

Nuestras compañeras y compañeros de promoción que nos graduamos en aquel entonces, si el registro de nuestra memoria no falla, llegamos a 178, aunque cuando ingresamos a la universidad en el primer año de la Facultad de Derecho, éramos algo más de 200.

De ese número, estamos de pie, con vida, según cálculos e informaciones de algunos compañeros y colegas, la cantidad no asciende a más de 35, algunos de ellos, mujeres y hombres, residen fuera de nuestro país, particularmente en Estados Unidos de América. Cuando ingresamos a la Universidad, el rector de esa casa de estudio era uno de los intelectuales con el más extraordinario prestigio dentro y fuera del país: Virgilio Díaz Ordoñez, abogado, escritor y poeta, que tenía reconocimiento en otros países de hispanoamérica, galardonado con una mención de honor en Venezuela, por una hermosa poesía dedicada a Simón Bolívar.

De nosotros fueron profesores una pléyade de maestros intelectuales de nuestro país que recordamos, con inolvidable admiración y respeto: Hipólito Herrera Billini, Carlos Sánchez y Sánchez, Damián Báez alias Pachy, Manuel Amiama, alias Cundo, Leoncio Ramos, Manuel Ramón Ruiz Tejada, Joaquín Balaguer y Julio Cesar Castaños Espaillat.

Esa promoción de profesionales ha sido la que mayor cantidad de funcionarios públicos aportó a la República Dominicana, particularmente después del ajusticiamiento de Rafael Trujillo Molina, quien la construyó en los primeros años de la década iniciada en 1940, e inaugurada en 1944 en el año de la celebración del Centenario del Nacimiento de la República.

El proyecto de esa universidad era realmente extraordinario porque llegaba en su extensión hasta la avenida que tiene hoy el nombre de Abraham Lincoln que en aquel entonces, llevaba el nombre de Presidente FabreNicolas Geffrard, en homenaje al primer ejecutivo de Haití que había colaborado con el pueblo dominicano en 1863 dando apoyo a los próceres de la Restauración que se opusieron con la valentía propia de nuestro pueblo, a la anexión a España, acto de traición imperdonable que ejecutó Pedro Santana.

Octubre es un mes de profundos recuerdos familiares, porque el segundo de esos acontecimientos de importancia en nuestra vida, es el natalicio de nuestras dos hermanas, recordadas inolvidablemente, Mercedes Virginia y Martha Teresa, a quienes el autor de esta columna recuerda con verdadero cariño y gratitud, porque desde nuestra más tierna infancia, profesaron hacia nosotros, como a nuestros hermanos Cesar y José Gabriel, una conducta fraternal que nos ayudó notablemente en el desenvolvimiento de nuestras vidas.

Octubre se fue, pero además de los recuerdos familiares, también tenemos presente porque de los mexicanos aprendimos en la voz de Pedro Infante que “La luna más hermosa es la de octubre”, una de las canciones favoritas de Clemencia Genoveva, nuestra madre.

El Nacional

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