En un escenario que parece sacado de una novela de terror, Indhira se enfrenta a una batalla judicial por su hogar que resuena en aquellos que han sufrido las fallas de un sistema legal que no protege a los más vulnerables.
Desde 2016 ha sido despojada de su hogar, que se ha mantenido desocupado durante más de nueve años, pese a una sentencia favorable de la Suprema Corte.
Todo comenzó cuando Emma Minaya Tavares, hija de Rodolfo Minaya, se casó y buscó un lugar nuevo en el residencial Isabel Villa.
La casa de Indhira, que ella había abandonado temporalmente para mudarse al exterior con su esposo e hijos, parecía un refugio ideal.
Sin embargo, un divorcio y un desalojo inminente llevó a Emma a rogar por unos días más para reorganizar su vida, lo que condujo a una decisión que sellaría su destino: el desalojo fue detenido.
Desde ese momento Rodolfo Minaya no habría pagado el alquiler y desplegado un sinfín de tácticas legales para evitar que Indhira recupere su hogar, acusándola de falsificación y de actuar ilegalmente.
La familia de Indhira se encuentra atrapada en un interminable ciclo de demandas, enfrentando la apatía de un sistema que ignora su desesperación.
Incluso la Cancillería de Suiza ha interpuesto reclamos en su nombre, pero esto ha resultado en promesas vacías que han drenado sus finanzas.
Lejos de compadecerse de su situación, Minaya y sus allegados se burlan de Indhira. Este caso va más allá de un simple drama personal: es un grito de alarma para todos.
¿Qué garantías tenemos de que nuestros derechos serán defendidos? La historia de Indhira es un recordatorio escalofriante de que cualquiera de nosotros puede ser víctima de un sistema que permite que los depredadores legales prosperen a expensas del bien común.
Si esta injusticia se perpetúa, ¿quién será el siguiente? La lucha por la justicia no debe ser un lujo reservado para unos pocos, sino un derecho fundamental de todos.
Es momento de romper el silencio y exigir un cambio que garantice protección y justicia para aquellos que, como Indhira, se enfrentan a un abuso intolerable