Opinión

Cuentas de Rosario

Cuentas  de Rosario

Antes, durante y después de las votaciones el protagonismo del presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Roberto Rosario, representa la principal causa del sabor amargo que han dejado las que serían las elecciones “más transparentes y organizadas de la historia” de República Dominicana.

Y, para colmo, antes que responder muchas preguntas sobre las irregularidades que se detectaron en el proceso, Rosario, que llega a la presidencia de la JCE en virtud de un acuerdo político, ha defendido la operación de los costosos equipos que se adquirieron para acelerar el conteo de votos.

En una rendición de cuentas personal, porque no contó con la aprobación del pleno, a través de una cadena de televisión, Rosario obvió un asunto que espera respuesta, como la renuncia de los tres mil técnicos que operarían los equipos electrónicos y detalles sobre las presiones ejercidas por candidatos y partidos políticos a los presidentes de mesas electorales que él mismo había denunciado.

La atmósfera plagada de incertidumbres fue creada y alimentada por él por su determinación de imponer un sistema a rajatabla bajo el alegato de que ya se había aprobado.

Son la OEA y Unasur quienes lo hacen ceder, muy en contra de su voluntad de su voluntad, sobre la aplicación del escrutinio manual, además del electrónico.

Resulta inaudito que sin que el proceso haya concluido Rosario se adelante en afirmar que las elecciones fueron transparentes y limpias y que los resultados de los boletines fueron fruto de lo expresado en las urnas. El presidente de la JCE pasó por alto que por fallas en los muy defendidos equipos no se pudieron contar los sufragios en muchos colegios, siendo uno de los casos más emblemáticos el de Santo Domingo Oeste, donde se anularon los resultados en decenas de mesas, decisión revocada por el Tribunal Superior Electoral.

Al negar las evidentes irregularidades y arremeter contra la oposición al culparla de un supuesto plan para hacer fracasar las votaciones el presidente de la JCE echa más leña al fuego, toda vez que todavía se está en proceso de revisión de boletas. Sin embargo, hay que reconocerle la razón en lo que la tiene, como lo atinente a la violencia ejercida por candidatos contra funcionarios de oficinas de votación. Un buen ejemplo lo representa la irrupción del senador y candidato a la reelección de Valverde, quien penetró a la fuerza en un recinto de Laguna Salada, revisó las boletas y la emprendió contra el titular de la mesa.

La intervención de Rosario no solo fue inoportuna. También desafortunada. A tal punto que hasta miembros de la JCE la han censurado no solo por representar una posición personal, sino porque tampoco refleja la verdad.

El Nacional

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