Opinión

Danilo y el autoestima

Danilo y el autoestima

POR: Luis Pérez Casanova
l.casanova@elnacional.com.do

 

 

Justo cuando todavía prevalecía la crispación por el dispendio de los recursos públicos, exacerbada por los 176.9 millones de pesos utilizados por la Cámara de Diputados para repartir electrodomésticos con motivo del Día de la Madre, el presidente Danilo Medina exponía en Roma su punto de vista sobre las políticas de asistencia social en una mesa redonda con dirigentes regionales del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). “La gente que vive de ayudas pierde su autoestima”, expresó el mandatario dominicano, quien además agregó que “las políticas de asistencia social tienen que ser transitorias”.

Está en lo cierto. Pero resulta que en República Dominicana esa no ha sido la práctica. Si se toman en cuenta los diversos programas clientelistas que prevalecen en el sector público, es posible que este país supere con creces a cualquier a otra nación en materia de dádivas.

Se estima que solo a través del Gabinete Social unas 800 mil personas se benefician de sus diferentes programas sociales. Pero todas las entidades públicas destinan, aparte, fondos para ayudar a supuestos necesitados. Y los senadores y diputados cuentan con el barrilito y el cofrecito que dicen utilizar para fines sociales. Tan asombrosa como la cuantía es la politización de los programas, que también adolecen de rigor administrativo. Porque todos esos planes operan sin ningún tipo de coordinación. Si se contara con más información sería fácil de comprobar que una gran cantidad de los paniaguados no solo son los mismos, sino que inclusive pudieran no calificar para los beneficios.

Para no quedarse en el plano de la retórica, el presidente Danilo Medina debería revisar esa amalgama de “programas sociales” para aplicar el modelo que expuso en Roma, en la reunión de la FIDA, a fin de evitar que la baja autoestima termine envileciendo, por las dádivas, a una parte importante de la población. Hace falta que, como dijo, se ejecute ese paradigma de la política social, como definió el programa puente implantado hace años en Chile por la presidenta Michelle Bachelet. Suena muy bonito eso de que “te ayudo a cruzar el puente y luego te suelto”. No es decirlo, sino hacerlo, si en verdad se aspira que la gente sea dueña de su destino.

Con la enorme popularidad de que goza, ganada tanto por su estilo, la sobriedad de su Administración y por el apoyo que ha brindado a los productores; el compromiso con la educación y hasta decisiones como la Ley de Naturalización, el Presidente está en condiciones de revisar el derroche de recursos a través de la amalgama de dudosos programas sociales e impulsar el modelo chileno, a fin de restaurar el autoestima de quienes se han acostumbrado a vivir del nocivo clientelismo, bajo el nombre de caridad pública.

El Nacional

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