Opinión

De Cesaire a Roberto

De Cesaire a Roberto

Desembarqué en Aimé Cesaire a través de una serie de aproximaciones.  Las preguntas de un oficial de migración en el Aeropuerto Kennedy sobre mi supuesta identidad fueron el primer encontronazo con un mulataje que heredaba de mi padre, un “jabao” dominicano que, según mi madre (blanca y de ojos verdes) era encantador, pero nos había “dañado” el pelo y desde luego el color.

Descubrí el resto del Caribe en la “Third World Peoples’s Coalition”, una organización de auto-protección que conformamos dominicanos, haitianos, puertorriqueños, barbadenses, jamaiquinos, trinidenses y habitantes de las otras islas.  En esa asociación descubrí a los teóricos del otro Caribe (José Marti y Hostos eran ya de mi pájaro las dos alas) que me aproximaron, sin saberlo, a Aimé Cesaire.  Hablo de Frantz Fannon, Eric Williams, CLR James y Marcus Garvey, el jamaiquino universal que creó la primera Asociación para el avance de la gente de color en  Estados Unidos, Centro América y El Caribe.

Empero, un extraño ulular traía el viento, faltaba el África, y a finales de los 70 un viaje a Guinea Bissau, con el equipo de Paulo Freire,  me hizo descubrir en la población guineense y caboverdiana, al mismo mulataje dominicano, la misma música, la misma cadencia en la voz, las voces.

¿Cómo podía Santo Domingo haberse trasladado a Bissau?  ¿Cómo podía estarse allá estando estando allí?  Y los “comos” se convirtieron en una barrena gigantesca destruyendo muros, redondeando los ritos de ida y vuelta:  “Esto somos, esto eres, una rueda, aplastando –sin violencia- el ¿esto ES?”.

Entonces conocí a los angolanos y mozambicanos, al poeta y Ministro de Educación Mario de Andrade, y él me habló de la Antología de Senghor, de ese grupo de jóvenes asimilados africanos que había encontrado su identidad en París, (como yo había reencontrado la mía en Nueva York), y leí “Retorno a la Fuente” del padre de la independencia de Guinea Bissau, y poeta, Amilcar Cabral, un ensayo fundamental que me hizo entender la necesidad  de descubrir  lo que de universal había en mi pequeña isla.

Entonces, y no antes, arribé al gran poema “Cuadernos del Regreso al País Natal”, y como toda relación de amor que se gesta de manera gradual, el poema sintetizó todas mis búsquedas.

Este fin de semana volveré a Guadalupe, a un encuentro de Escritores del Caribe, solo que esta vez no es Cesaire quien nos dará la bienvenida, sino un poeta cubano, Roberto Fernández Retamar, a quien está dedicado el Encuentro, un hombre que ha transita en nuestras aguas y, en los tres idiomas que nos conforman, ha hecho el mayor de los aportes al conocimiento de nuestra literatura, de nuestra música, de nuestra plástica, convirtiendo   Casa de las Américas, en una gran arca  que,  por suerte, nunca ha navegado  a la deriva.

El Nacional

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