La garantía ofrecida ayer por el presidente Luis Abinader, de que el Jardín Botánico Nacional “no será tocado” por el proyecto de ampliación de la avenida República de Colombia constituye una gran nota de alivio para una mayoría ciudadana que se opone resueltamente a la degradación de ese espacio vital.
El mandatario dijo que ese “es el primer proyecto que la gente se opone sin conocerlo”, pero quizás más justo sería decir que es una de las muchas iniciativas oficiales que no son explicadas con la debida claridad y transparencia, porque lo que se dijo desde el litoral oficial fue que ese pulmón ecológico sería intervenido.
La más reciente declaración en torno a ese tema la produjo el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Paíno Henríquez, quien dijo que solo se intervendría el 0.01% del área total del Jardín Botánico, que suma unos dos millones de metros cuadrados.
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En su comparecencia en la rueda de prensa La Semanal, el Presidente rechazó críticas vertidas por la oposición politica a la supuesta mutilación de esa área ecológica, sobre lo cual señaló que “quizás están protestando por lo que ellos planificaron hacer”, para recalcar que “lo que se tenía siempre pensado, es que no se va a tocar el Jardín Botánico”.
Otra buena noticia ofrecida por el jefe de Estado es la que refiere que, en vez de disminuirlo, el proyecto que ejecutará el Gobierno contempla agregar unos 20 mil metros cuadrados de áreas verdes al norte del parque, una extensión que sería bautizada como Pequeño Jardín Botánico.
¿Por qué ha sido tan difícil a los funcionarios encargados de esa obra explicar lo que el presidente Abinader dijo ayer en pocos minutos? ¿Cuál es la razón de tan recurrente manía de enredarlo todo? La gente sabía solo lo que se dijo desde el Gobierno y esa fue la razón de las quejas y protestas.
Ojalá que el ministro de la Presidencia, Ignacio Paliza, y demás funcionarios que encabezarán mañana el acto convocado para explicar detalladamente el proyecto de readecuación vial en el entono del Jardín Botánico, repitan, sin enredar la cabuya, la buena nueva que ofreció ayer el Presidente.
Sólo resta decir que la gente no tiene culpa de que una iniciativa de tanta trascendencia se maneje tan torpemente en materia de comunicación, por lo que resulta injusto atribuir culpa a la ciudadanía por protestar por algo «que no conoce», porque la queja ha sido por algo muy grave que no se explicó con la debida claridad ni transparencia.