En la sociedad dominicana tenemos muchas autoridades, que es lo más grave, y personas simples del pueblo, que deben ser educadas, que todavía no se han enterado de que vivimos, o deberíamos vivir en un Estado Social y Democrático de Derecho. Así lo manda y lo prefigura el artículo 7 de la Constitución.
También hay muchos profesionales, sobre todo de las ciencias jurídicas, políticas y sociológicas, que saben teóricamente el tipo de Estado que ha creado el Pacto Político en nuestro país, pero lamentablemente lo olvidan con mucha frecuencia al momento de pensar y, lo que es un garrafal error, con consecuencias imprevisible, en su conducta diaria.
Y esa amnesia en la práctica no se debe siempre a la perversidad, o sea, al deliberado propósito de actuar convenientemente en contra de los principios, valores y reglas que impone ese aparato público, sino porque son víctimas de los atavismos, de los usos y costumbres que se le imponen.
Ciertamente, hemos vivido demasiado tiempo en un orden social, político y jurídico autoritario, arbitrario y perverso. Eso es el capitalismo salvaje. Se requiere de una vigilancia constante para no reproducir sus vicios en nuestro comportamiento.
Además, es imprescindible poseer un espíritu autocrítico, severo en lo personal, para enmendar errores y no volver a repetirlos. Hay que tener madera y formación especiales para eso.
Recordemos que nuestro primer Estado, el del 6 de noviembre de 1844, con la Carta Magna de San Cristóbal, fue hatero. Esto es, lo más atrasado de la época. Y lo representó el general Pedro Santana.
Luego nos desgastamos con Estados conservadores y liberales, al modo de la pequeña burguesía, que no de la burguesía propiamente dicha, con todas sus lacras. Y se reprodujeron como la verdolaga los baecistas, lilisistas, trujillistas y paro para no herir susceptibilidades contemporáneas.
Es cierto que nuestro Estado Social y Democrático de Derecho está en construcción. Y que debemos apurar el paso para que se materialice plenamente lo antes posible. Si no lo hacemos así, la noche nos agarrará asando batata y los guardianes del pasado en copa nueva que acechan se impondrán. Y lo harán con un salto de felino sobre su presa. Nadie lo dude.
Entonces, lloraremos con lágrimas de sangre la pérdida de la dignidad humana y demás derechos fundamentales, así como sus garantías. Hoy son amparados por el ordenamiento jurídico que tenemos, pero en cualquier momento pueden ser barridos, como hojas secas arrastradas por el viento ultraderechista que sopla en el mundo.
Se impone que no juguemos con los preceptos constitucionales, como si fueran masillas para moldearlos según las conveniencias. El derecho puede ser dúctil, como nos enseñó Gustavo Zagrebelsky, pero no abusemos de eso.