Desde que en el 1997 fue juramentada la actual Suprema Corte de Justicia, nunca antes se había celebrado el Día del Poder Judicial en medio de tantos cuestionamientos al más importante de los Poderes del Estado.
Como abogado y, en los últimos años, desde mis actuales funciones partidarias, he sido un defensor de los avances institucionales que hasta el momento ha experimentado el sistema judicial dominicana. En esa misma línea, continuaré trabajando para el fortalecimiento de su independencia y autonomía.
Todo indica que el ciclo que se inició en el 1997 ha llegado a su fase de agotamiento, y urge una nueva visión que continúe los logros alcanzados hasta el momento, y rectifique y corrija las debilidades diagnosticadas. La decisión de la Suprema Corte de Justicia en el caso de la Sun Land marca el antes y el después de esta etapa, sobre el cual me he referido anteriormente.
Una lectura a los artículos de Miguel Ceara Hatton y de Rosario Espinal, titulados Sun Land y Asco, publicados en Clave Digital y en Hoy respectivamente, escritos con mucha responsabilidad, apunta a que el deterioro de la credibilidad del Poder Judicial es una consecuencia del debilitamiento del actual sistema político. Afirmación que asumo, con un sentido autocrítico.
El problema no debe quedarse en el diagnóstico. No solo debe ponerse el dedo sobre la llaga, sino que la situación de cuestionamiento al sistema de partidos debe servir para renovar las esencias y valores de la democracia, y que con su implementación, han servido para construir la democracia que hoy vivimos, aún con sus imperfecciones.
Hay que sepultar la corrupción como práctica endémica en el Estado, con sus dignas excepciones. Hay que rescatar el imperio de la ley, el estado de derecho, el principio de la legalidad. Creo firmemente en que existe una nueva generación de políticos/as que participan en los partidos políticos mayoritarios que está convencida de que su rol tiene que ser distinto y diferente a como ha sido el ejercicio político de otras generaciones, quienes indudablemente hoy son fuente de inagotable experiencia. Este Siglo 21 exige otra forma de conducta, que tiene que estar centrada en reivindicar la transparencia y la rendición de cuentas como normas fundamentales en el servicio público.
Por último, para fortalecer el Poder Judicial, hay que lograr su total independencia y autonomía del resto de los Poderes, particularmente del Ejecutivo. Pero, no como enunciado, sino como valor intrínseco. Hay que respetar los escalafones y las reglas que rigen la carrera judicial. De nada serviría, ejercer la función de juez por 5, 10, 15 o 20 años, sin que se tenga la expectativa de que, algún día, por sus méritos, se pueda ocupar la posición de Presidente o Juez de la Suprema Corte de Justicia.
En medio de este clima, hay lugar al optimismo y a la esperanza, para reivindicar la política como el espacio común para la solución de nuestros problemas, conjuntamente con la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.