Parece que nos encaminamos a la triple repetición de otro gobierno de origen perredeísta que no llena las expectativas, y para confirmar el aserto, vemos la actitud de algunos dirigentes que sin ponderar los inconvenientes se implican imprudentemente en una vía de resistencia con el liderazgo del Presidente, como una réplica de aquellas situaciones de división interna en el viejo partido.
Siguen jalonados por aquellos episodios de actuar con poco tacto, asaltar las instituciones como acaba de verse con la administración hospitalaria politizada y en conflicto con el gremio médico todo por el enorme ejército de exigencias, codicias y frustraciones de una militancia que poco entiende de institucionalidad. Todo ello obliga al presidente Abinader a una estricta vigilancia para repeler el ataque al fisco, y los casos de los hospitales Robert Reid y el Padre Billini nos da aún vagamente la razón, y más cuando el Gobierno tiene las defensas bajas con el caso de Educación que podría agregar en tono fúnebre que el sustituido ministro “mató”.
Pero así andan otros ministerios y dependencias con mediocres liderazgos y sin resultados medibles. Sin embargo,en el tránsito de gestión y con deslumbrantes exageraciones hasta en las rendiciones de cuentas y sin que nadie podía sospechar, se nos está repitiendo y sobredimensionando muchos méritos que el Gobierno puede apuntar en esta mitad de administracióny que contrasta con los “defectos de fábrica” partidarios.
Es de anotar los resultados de los subsidios económicos que han detenido la hemorragia alcista en un escenario político y económico internacional tan complicado.
El Presidente aunque ha sabido vadear muy prudentemente estos atajos, esa dejación de la obligación, hay fuerte sospecha de corrupción que no recibirá sanción porque ensombrecería la gestión, y que en un tercer año se convierten en ultimátums y verdaderas celadas junto a la acumulación de promesas propias del gobierno coloquial, y que sería su mayor amenaza al laberíntico proyecto reeleccionista.