Dominicana, en rara ocasión define las cuatro instituciones socializadoras clásicas que se encuentran relativizadas por la acción de la televisión, ya que ejerce como instrumento que asume los lugares dejados por la familia, religión, escuela o la tradición cultural cuando estas no ejercen su labor social, la televisión ingresa con fuerza y cumple dichas funciones.
La televisión es una marca para socializar, consistente, permanente y extendida a la vida diaria, ya que es un medio máximo para el tiempo libre que brinda anclajes, así sean breves o extensos para comprender el devenir del mundo.
Documenta los momentos de lucidez social, pero también la generalización del mercantilismo, expone en simultáneo, lo tolerante y lo opresivo, el amor y el odio, la barbarie y la imaginación. El poder está en la conectividad que produce alrededor del televidente.
No puedo soslayar la televisión como lugar de la política partidarista, es un escenario prioritario para el debate de las ideas; el dispositivo preferido y más efectivo para comunicarse entre gobiernos y ciudadanos, políticos y candidatos; el mecanismo preferido para consultar las opiniones de la sociedad; el lenguaje más atractivo para construir consensos.
“Nuestra política transita por el noticiero, hasta por el melodrama. Con varios puntos a su favor: la masividad, la atracción que ejerce sobre una gran cantidad de personas entre ellos los marginales de la escritura y la escuela, la capacidad de reiteración y la economía simbólica de sus mensajes”.
Nuestros planteamientos se adhieren a las maneras estratégicas televisivas que el país dominicano debe figurar con los auténticos líderes de opinión. Porque sólo la televisión todo lo que toca lo convierte en su estilo concreto, afectivo, estético, rápido y espectacular de comunicación.
Lo cual ha llevado a pensar que la política ha perdido su densidad y pensamientos, cuando lo cierto es que los elementos de la política han sido transformados y extendidos por la televisión.
La video-política hace referencia a un fenómeno mucho más amplio que va desde la escenificación de la política en los medios masivos hasta la conversión de la política en un asunto fundamental de imágenes.
Con todos estas descripciones, la pantalla no ha banalizado la vida política, sino que la ha convertido en un asunto más subjetivo e individual, mientras antes, se actuaba guiados por ideologías e ideas de gran aliento. “Con la televisión la política debe buscar estilos contundentes desde la imagología (es parte de la raíz latina imago, que significa imagen, y se define como la figura, representación, semejanza y apariencia de una cosa, y de logia, que es el estudio, la ciencia, la expresión de algo, término que a su vez se desprende de logos, que significa palabra); las ideas instantáneas, efímeras y se convocan más al individuo que a la sociedad como colectivo”.
“La política dominicana juega a la televisión, no están claro que esta sea una relación transparente y obliga a los populismos no televisivos y siguen teniendo representatividad, el clientelismo gobernante, el descaro, ante el escarnio público en la pantalla prosigue sin afectar a los gurúes de la corrupción.”
La actuación de la televisión en la política lo que sí hace es abrir una perspectiva innovadora en las maneras de construir lo público al brindar “un espacio común y de revelación donde la sociedad civil se expresa en su pluralidad en la búsqueda de visibilidad y reconocimiento”.
En tanto, Jean Baudrillard: “las imágenes se insertan entre lo real y lo verdadero, y constituyen un mundo falso lleno de sombras en el cual nos toca vivir como sujetos sujetados. Hemos perdido el control sobre quienes somos o queremos ser, ya que todo es medios masivos, y estos se convierten en la única fuente para evaluar y comprender nuestras experiencias”.
De ahí, su condena platónica al mundo del engaño, su reclusión, confinamiento en el campo del arte, y su asimilación a instrumento de manipuladora persuasión ideológica.
La televisión subraya estos tiempos por la política de la inestabilidad y las imágenes diversas sociales. Vivir en el paisaje audiovisual global es marcar la subjetividad desde y según los consumos flexibles, estrategias adaptativas y discursos nómadas que permiten explicar un universo habitado de la pluralidad y el aura original de la escena cotidiana.
El literato, Héctor Abad Faciolince, explica que la televisión es por naturaleza, frívola y hasta imbécil. La causa de esa abominación es la fascinación que produce el medio audiovisual, “gracias a su capacidad de absorbernos, casi de hipnotizarnos evitándonos la pena, la dificultad de tener que pensar”.
De lo que estoy convencido es que la televisión ocupa un lugar estratégico en la cultura cotidiana de las mayorías, en las transformaciones de las sensibilidades, en las modas de percibir el espacio y el tiempo y de construir imaginarias e identidades.
Nuestros textos definen a la televisión en su complejidad social, narrativa, cultural y mercantil para desde ahí reflexionar con la ética y estrategia del poder evidente en su accionar simbólico de la sociedad moderna y pragmática.
El autor es periodista, analista social
y geopolitólogo.