Editorial Opinión

Desengaño y frustración

Desengaño y frustración

El ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo, del que hoy se cumplen 62 años, se erige como un suceso histórico de gran relieve que aun gravita significativamente en la vida institucional, política, económica y social de la nación, a tal grado que se ofrece la impresión de que ese hecho se produjo ayer.

A más de seis décadas del tiranicidio del 30 de mayo de 1961, todavía una parte de la población no se acomoda al tipo de democracia que se ejerce después de la decapitación de la tiranía y hasta se llega a proclamar que durante la era de Trujillo había más garantía de orden y seguridad.

Quienes así piensan incurren en un craso error en la comparación de un régimen de oprobio que se prolongó por 31 años, con los 62 años de transitar por difíciles senderos que han conducido hasta un deseable espacio democrático sostén de las libertades públicas y de derechos ciudadanos.

Se admite que Trujillo consolidó el perfil del Estado a través de la creación de sus instituciones básicasy de una moneda propia con significativo respaldo monetario, pero también debería señalarse que su gobierno de sangre y represión fue diseñado a su imagen y semejanza.

Hasta la hora de su muerte, el sátrapa detentó el monopolio de la riqueza que generaba la economía nacional como dueño de hatos y unidades productivas, desde ingenios y factorías azucareras, fábricas de vidrio, sacos y cordelería, armería, papel, clavos, hasta comercio de ferretería y del sector automotriz.

Por los efectos políticos y sociales causados por ese magnicidio, la sociedad de entonces tuvo que lidiar un periodo de sobresaltos que obligó al entonces presidente Joaquín Balaguer a exiliarse en la Nunciatura Apostólica para dar paso a la instalación de un Consejo de Estado que tuvo la encomienda de convocar a elecciones.

El golpe de Estado perpetrado contra el gobierno constitucional de Juan Bosch, cerró compuertas de una auténtica democracia y dio paso a un Triunvirato, régimen de privilegio y represión similar a la decapitada dictadura, por lo que dos años después se produjo la revuelta cívico militar que tuvo la misión de reinstalar la Constitución de 1963.

A tantos desengaños y frustraciones desde el magnicidio del 30 de mayo, podría atribuirse que generaciones presentes sientan indeseable nostalgia por el sátrapa y su tiranía, lo que debería servir de lección y reflexión a gobierno, liderazgo político, empresarios y sociedad civil. ¡Loor a los héroes y mártires del 30 de mayo!

El Nacional

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