La Navidad, como la conocemos hoy, tiene raíces en tradiciones antiguas que preceden al cristianismo. Su origen no sólo se vincula con la celebración del nacimiento de Jesús, sino también con festividades paganas que marcaban el solsticio de invierno.
La Navidad, conmemora el nacimiento de Jesucristo, figura central del cristianismo. Este acontecimiento, conocido como la Natividad, es fundamental para los cristianos, ya que representa la encarnación de Dios en la tierra para la redención de la humanidad.
Pero las festividades navideñas tienen su origen en celebraciones paganas que se hacían en la antigua Roma, fundamentalmente en las llamadas Saturnales, que eran festividades en honor a Saturno, el dios de la agricultura. Celebradas del 17 al 23 de diciembre, incluían banquetes, intercambio de regalos y la suspensión de las jerarquías sociales. Estas fiestas buscaban traer alegría en el momento más oscuro del año.
Las Saturnales fueron introducidas alrededor del 217 antes de Cristo, para elevar la moral de los ciudadanos después de una derrota militar sufrida ante los cartagineses en el lago Trasimeno. Oficialmente se celebraba el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, con sacrificios y banquete público festivo y al grito multitudinario de «Io Saturnalia».
Esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días. Las autoridades estatales se vieron obligadas a atender a la costumbre popular, visto el fracaso que supuso intentar reducir a 3 o 5 días de celebraciones propuestas respectivamente por Augusto y Calígula.
A finales del siglo I, las vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco días.
En las fiestas Saturnales, se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz. Los romanos amigos y familiares, se hacían regalos (en un principio, recordando a antiguos rituales, velas o figurillas de barro) como los que se hacen en la fiesta de la Navidad.
Estas fiestas estaban dirigidas por un sacerdote, que cambiaba según el dios al que se le daba culto; el sacerdote se elegía en un colegio de sacerdotes.
De la misma forma, las celebraciones navideñas del mundo cristiano, incorporaron elementos de la llamada Fiesta de Yule: En las culturas germánicas y nórdicas, el solsticio de invierno marcaba la llegada de días más largos. Se celebraba encendiendo hogueras y velas, como símbolo de luz y renacimiento, y adornando árboles, como aún se hace en la tradición cristiana.
Es importante señalar que la fecha del 25 de diciembre no aparece en los textos bíblicos como el día exacto del nacimiento de Jesús. Fue adoptada por la Iglesia en el siglo IV, probablemente para coincidir con las fiestas paganas y facilitar la conversión al cristianismo.
Ese día también marcaba el Dies Natalis Solis Invicti (Día del Nacimiento del Sol Invicto), una festividad romana dedicada al dios Mitra. La asociación del nacimiento de Jesús con la luz y la salvación fue una manera simbólica de cristianizar esta fecha.
En el año 336 después de Cristo, durante el reinado del emperador Constantino, se encuentra la primera mención del 25 de diciembre como la celebración de la Natividad de Cristo en el calendario romano.
El 25 de diciembre es una fecha arbitrariamente escogida por la Iglesia católica a pesar de que, de acuerdo a ciertos estudios, Jesucristo realmente nació durante la primavera. Esta creencia nace de interpretaciones de los Evangelios, que describen que Jesús nació en un momento en que los pastores tenían rebaños al aire libre, algo imposible en invierno.
Finalmente, la Navidad se consolidó como una festividad cristiana universal en el siglo V, tras el Concilio de Éfeso, que se llevó a cabo del 22 de junio al 16 de julio del año 431 después de Cristo, donde, entre otros temas polémicos, se decretó la maternidad divina de la virgen María, es decir se le otorgó el titulo de madre de Dios.
El autor es periodista y escritor.