Se recuerda con nostalgia aquellos tiempos cuando los niños aguardaban con denodada emoción la llegada nunca comprobada de Gaspar, Melchor y Baltazar, los Reyes Magos, cargados de juguetes y regalos, lo que debía ocurrir en una gran parte del territorio dominicano un día como el de hoy.
La influencia de esos monarcas, los mismos que recorrieron a caballo grandes distancias hasta el pesebre en Belén donde había nacido el redentor del mundo, ha quedado muy disminuida, al influjo de un eficiente mercadeo de la figura de Santa Claus o Papá Noel.
Las jugueterías dominicanas tuvieron sus mejores ventas durante el periodo de Navidad, porque hace tiempo que la figura del anciano de espesas barbas blancas y abrigo rojo vino en su trineo desde el mundo anglosajón con la encomienda de desalojar a los Reyes Magos de un acervo cultural heredado de España.
La historia de Papá Noel o Santa tuvo un origen terrenal en la emblemática figura del obispo Nicolás de Mirra o de Bari, el prelado que vivió en el siglo IV distribuyó bienes entre los pobres de su obispado en la región que hoy ocupa Turquía, filantropía por la cual se le conoció como San Nicolás.
Nicolás de Bari no tiene responsabilidad en la trama para desalojar a los Reyes Magos de las tradiciones dominicanas, porque esa afrenta cultural se atribuye a ejecutivos de una marca de gaseosa que en 1931 encomendaron a una agencia de publicidad trastocar las barbas y sotana del bondadoso obispo por la que hoy luce el personaje ficticio de Santa.
La cultura y tradiciones perduran a través de los siglos porque representan el conjunto de manifestaciones artísticas, folclóricas, religiosas, literarias, o de la lingüística que una generación hereda de la anterior con el compromiso de defender su esencia, aunque todas las manifestaciones culturales de un pueblo experimentan alteraciones por su interacción con otras culturas.
Sin hacer caso a los términos “Aldea Global”, “Universo Paralelo” o “Era Espacial”, hoy, Día de los Santos Reyes, es ocasión propicia para que la sociedad dominicana asuma conciencia sobre la necesidad de promover y defender sus tradiciones, porque el avasallamiento cultural se equipara con un genocidio espiritual.
Los votos son para que en esta emblemática efeméride la familia dominicana abra sus puertas de par en par a los Reyes Magos, que los niños disfruten de su bonhomía, sin abochornar al personaje creado con fines mercantiles.