Opinión Testigo

Dinero, asalto y lobbismo

Dinero, asalto y lobbismo

José Antonio Aybar

La sorpresa del pasado fin de semana para muchos honorables dominicanos fue la casi macondiana noticia de que los candidatos presidenciales del pasado proceso electoral gastaron menos del tope del dinero asignado por la Junta Central Electoral (JCE).

El hecho sorprende en un país de indecorosos, donde se supone perdido todo asomo de honestidad, para muestra, recordemos el acto público en un campo santo donde a pesar de que acudió “to’ el vivo”, un deshonesto le hurtó la cartera al mismísimo director de la Policía Nacional, so pena de debatirse entre un intercambio de disparos o, con suerte, un intercambio de excusas públicas.

Que se haya usado menos recurso del entregado por el organismo rector de las elecciones es lo de menos, piense usted cómo se crecerían esos excandidatos ante la opinión pública si en un acto cuasi propio de la madre Teresa de Calcuta devuelven el sobrante.

Y es que es impensable en esta media isla donde a casi un mes del asalto a una sucursal bancaria nadie da cuenta del dinero, ni los atracadores vivos, quienes aseguran a los investigadores que del destino solo sabía uno de los muertos. Un acto de viveza, no se sabe si real, o inducido.

Como inducido luce el senador demócrata Benjamin Cardin, quien durante la audiencia para conocer la nominación de Juan Carlos Iturregui como embajador de Estados Unidos en República Dominicana se confesó “preocupado” por el compromiso del país en combatir la corrupción, pero no siente preocupación ni remordimiento por los años de corrupción de ciertos compatriotas suyos en Haití.


Sería un acto de justicia referir al presidente del Comité de Relaciones del Senado de Estados Unidos a las declaraciones del presidente Joe Biden, en la Cumbre por la Democracia 2023, en la cual destacó la lucha de República Dominicana contra la corrupción, o a las del secretario de Estado Antony Blinken, quien defendió los esfuerzos de las autoridades para reducir la corrupción. Pero estamos claros en que no lo entenderá, porque no hay peor ciego que aquel cuyos intereses no lo dejan ver.