convergencia Opinión

Dos tristes partidas

Dos tristes partidas

Efraim Castillo

(1 de 2)

Luis Miguel Gerardino Goico

Cuando en 1978 Ramón Oviedo y yo advertimos a Luis Miguel Gerardino que debía dedicarse a la pintura en los momentos libres que le permitía la publicidad —actividad de la que vivía—, respondió que lo haría. Pero no lo hizo. Y ese fue un pedido que Oviedo y yo le repetimos otras veces en atención al inmenso talento que poseía.

Para entonces, Gerardino contaba con treinta y tres años y en las décadas siguientes yo, personalmente, le advertí que su verdadera vocación se encontraba en un esplendoroso encuentro con la plástica, un universo que le llevaría a descubrir la riqueza de los lenguajes estéticos. Recuerdo que cierta vez me dijo «que se dedicaría plenamente a la pintura cuando se retirara de la publicidad, porque estaba demasiado involucrado en esta actividad». Gerardino comenzó a laborar en la publicidad a los 21 años, en Puerto Rico y aquí, con la agencia Badillo & Bergés, y de allí pasó a Young and Rubicam Damaris y a la Bernardo Bergés-Peña, hasta fundar su propia agencia, Estudio Uno. Conmigo laboró muchas veces como como freelancer.

El talento de Luis Miguel era inmenso, al igual que su comprensión de la amistad. Cuando había sobrepasado los cuarenta le hablé de la decisión que había tomado Ramón Oviedo al finalizar el decenio de los setenta -cuando contaba con treinta y ocho años-, de abandonar la dirección artística de Publicitaria Fénix para dedicarse por completo a la plástica. Esa vez, Luis Miguel me respondió muy seriamente: «Efraim, prefiero compartir ambas actividades». Y así lo hizo. Él sabía que aunque estas ocupaciones diferían cardinalmente en cuanto a la finalidad de sus estéticas, ambas se movían a través del desarrollo sensible de una idea apoyada en la creatividad.

 Para Luis Miguel resultaba difícil apartarse de la publicidad para embarcarse en un camino por el que tenía que comenzar a ascender, máxime que para comienzos de los ochenta, era considerado el más completo dibujante publicitario del país y eso le hacía meditar como algo ilógico el aventurarse en una actividad que reunía artistas del calibre de Guillo Pérez, Domingo Liz, Ramón Oviedo, Cándido Bidó y Papo Peña-Defilló, entre otros, cuyos posicionamientos en la plástica caminaban hacia la maestría. Pero ni la publicidad ni la pintura fueron actividades totales para Gerardino, ya que deportes como el automovilismo y el aeromodelismo ocuparon grandes espacios de su vida, aficiones a las que se integró con un entusiasmo que buscaba siempre la perfección, lo total; de la misma manera que lo ejercía con la amistad, a la cual se integraba con la alegría de un adolescente. La partida de Gerardino dejará un vacío en los que le conocimos, ese hueco que posibilita los recuerdos y un vivir apegado a lo que fuimos y seremos.

¡Adiós. Luis Miguel Gerardino, amigo mío, hermano mío! ¡Los que te quisimos y admiramos, los que siempre estuvimos junto a ti en la increíble aventura del existir, nunca te olvidaremos!