A veces da la impresión de que en República Dominicana queremos ser más modernos de la cuenta: por un lado se plantea sacar provecho a Pedernales como hub para turismo espacial, y por el otro se habla de la posibilidad de contar con taxis voladores en un futuro no muy lejano.
Ambos planteamientos son reales y se suman a otras iniciativas que, aun en papel, lucen ajenas a la realidad de un país que todavía no resuelve sus problemas más básicos, desde educación que va en creciente deterioro hasta la realidad de apagones que golpean con cada vez más fuerza a una población que está hastiada de lo mismo.
En el medio de todo esto, las situaciones que ya todos conocemos: infraestructuras a falta de mantenimiento, tapones infernales provocados por una mala logística, laxitud al hacer cumplir leyes, pobre manejo de desechos sólidos, medioambiente desprotegido y muchas otras que derivan de desconocimiento y malas decisiones.
En medio de este panorama, donde los problemas de hoy son los mismas de hace 40 ó 50 años -empeorados, por supuesto, por el paso del tiempo- se presentan propuestas e iniciativas que contrastan por lo avanzado y futurista de su planteamiento.
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Ahí está el caso de los taxis voladores, propuesta presentada a finales de enero de 2025 por Williams Pérez Figuereo, presidente de la Central Nacional de Transportistas Unificados (CNTU), y respaldada en lo financiero por el empresario Karim Abu Naba’a. Según declaró en su momento, hace ya casi siete meses, Pérez Figuereo habló de una flotilla de taxis voladores eléctricos que estaría usando el Corredor Núñez de Cáceres como base de operaciones.
Desde el punto de vista de los tapones insondables que se forman en Santo Domingo y otros puntos del país, la idea de un taxi volador, que no es más que un dron para transporte de personas, resulta bienvenida y hasta refrescante… hasta que recordamos dónde estamos y la realidad que nos rodea. Basta mirar hacia arriba para comprender que un potencial peligro para esos taxis voladores son las marañas de cables eléctricos que adornan la ciudad. Luego está el hecho de que los choferes dominicanos carecen de educación y criterio, y no hay leyes que sean respetadas o aplicadas cuando se trata de transportistas públicos.
Hablando de leyes, ¿contamos en República Dominicana con la legislación correspondiente para regular el uso y operación de esos taxis voladores? La respuesta es NO, y es quizás la razón por la que el propio Karim no ha puesto en marcha su idea de servicio de taxi volador para fines turísticos, según la visión que compartió al participar en el Rincón del Experto de Vía Tecnológica en febrero de este año.
Finalizando el mes de julio, Igor Rodríguez, director general del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), declaró al participar en el desayuno del Listín Diario el interés de ese organismo por impulsar la innovación en el espacio aéreo dominicano, incluyendo la adopción y operación adecuada de drones para transporte de personas.
Es ahora, según Rodríguez, que se está trabajando en la regulación de este medio de transporte, involucrando en el proceso a fabricantes y chinos y certificadores europeos. Por supuesto, normas de vuelo, requisitos de seguridad y otros elementos entran aquí, lo que significa que tomará tiempo ver este plan materializado.
La modernidad no es mala y, eventualmente, hay que darle cabida, pero las cosas necesitan hacerse con orden y criterio. Quizás la solución al dilema del tránsito dominicano no sea habilitar una flotilla de taxis voladores, aun si no se descarta la posibilidad en un futuro. Aplicar las leyes, poner orden y, sobre todo, invertir en soluciones de transporte masivo funcional son pasos más adecuados y sensatos ante la realidad del país y sus muchas precariedades. La implementación apresurada de drones para transporte tan solo tiene el potencial de empeorar las cosas.