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Transportar a un texto novelado la vida -o travesía histórica- de un dictador es una materia muy ambicionada por los novelistas, debido a que el dictador es un hombre fuera de lo común y, por lo regular, su trayectoria implica cambios paradigmáticos en el orden institucional del país que lo produce. El romanticismo, por ejemplo, fue un producto cultural de la resaca napoleónica y se apoyó en el molde de héroe que creó el emperador francés, instalándose en sentimientos, emociones, y en la intelligentsia europea de la época.
Se podría argüir que lo fundamental para el uso de esta materia social es la relación existente entre dictador-sociedad, que por lo regular vincula la idea de lo histórico al sufrimiento o al heroísmo de quienes fueron martirizados por oponérsele. Así, ¿cuál historia puede resultar más apasionante en nuestro país que una biografía novelada de Trujillo? (1891-1961). Porque tejer la historia o las incidencias históricas de Ulises Hereaux (Lilís, 1845-1899) conllevaría una alta dosis de investigación, no obstante el entorno histórico de un apasionante final del Siglo XIX.
La ventaja del escritor que se aventura en novelar la dictadura trujillista se asienta en una gestión que representa la organización socioeconómica del país y la creación de las condiciones para el afloramiento de un Estado moderno. Por eso, Santana y Trujillo constituyen un caldo más sustancioso para escribir una novela histórica.
A Santana le tocó ser héroe y villano, como sucedió con Trujillo, a pesar de que el accidente histórico que produjo a Santana -las guerras separatistas- no puede ser comparado con el accidente histórico que notarizó a Trujillo: la intervención norteamericana de 1916.
De ahí, a que sería bueno recordar que la ascensión de Trujillo tuvo una vinculación, un nexo, con la arbitraria pacificación del país; y por más que se adultere esa relación histórica en su ascensión al poder, siempre la verdadera estructura de su promoción saldrá a la superficie. Sobre todo, cuando el investigador consulte las verdaderas fuentes de datos: testimonios, hemerotecas, documentos, ensayos. Por supuesto, una investigación ideológica no podría arrojar resultados halagadores, pero la relación de la vida de Trujillo frente al hecho histórico debe edificar una materia apta para el tejido novelado. Por esta razón, desecho —en pos del tuétano dramático— las imbricaciones ideológicas, porque después de todo «lo ideológico» sustentado por Trujillo forma parte del ethos, de su significación biográfica, al igual que como habría que estructurar una novela biográfica de Pedro Santana.
Sin embargo —y con ligeros apuntes desde el marco de los acontecimientos sustentados en «Vicente y la Soledad», de Georgilio Mella Chavier—, los productores culturales que se han embarcado en esta faena no han abordado, imparcialmente, la fundamentación del fenómeno histórico de la dictadura trujillista desde la perspectiva sociológica.
Es decir, la «sociología del dictador» como nexo, como yunta entre su vida y su tiempo, así como la relación dialéctica entre la totalidad específica de su mandato y los fenómenos condicionantes que arrojaron el resultado: la dictadura.