Este tiene que ser uno de los pocos países del mundo en donde todo lo que está prohibido, está permitido o se permite. El mejor ejemplo es el tránsito, tanto urbano como interurbano. Y lo peor: ¡No hay consecuencia alguna para los infractores de las leyes!
La George Washington es una de las principales vías de Santo Domingo, donde, más de una ordenanza emitida por la Sala Capitular, ha prohibido o regulado el tránsito de los vehículos pesados. Sin embargo, ninguna de las medidas adoptadas por las autoridades se ha cumplido. Tampoco, nadie las hace cumplir.
(Siempre he creído que la George Washington, el Malecón, ha debido honrar a la orden religiosa de los Dominicos por haber pronunciado el Sermón de Adviento, el primer grito en defensa de los derechos humanos de América, o Enriquillo, el primer guerrillero del continente, incluso, Francisco Alberto Caamaño, del mismo modo que la estatua de Cristóbal Colón, asesino y ladrón, en el parque que penosamente lleva su nombre en la Zona Colonial, debió ser derribada o modificada quitando la imagen de la Cacique Anacaona, condenada a muerte por los “descubridores” de América que en apenas 30 años aniquilaron a los aborígenes que poblaban la isla).
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Este es un país al revés, de bizarros. Las principales avenidas de Santo Domingo llevan los nombres de dictadores, invasores, traidores, asesinos, canallas y ladrones, dominicanos y extranjeros. (El complejo de Guacanagarix, que privilegia todo lo que es extranjero en desprecio de lo nativo, forma parte de nuestra cultura, como en México, con la maldición de Malinche).
Retomo el tema objeto de este breve artículo: Los vehículos pesados en el Malecón, que contaminan, estropean la vía y taponan toda la zona. Los dueños de los camiones, patanas y otros vehículos pesados, constituyen un verdadero peligro.
A los “camioneros” se les construyó una vía alterna para que no usaran el Malecón. Sin embargo, no usan la circunvalación porque no “les da la gana”, o porque resulta más costoso en tiempo y combustible. Son dueños de las calles, las carreteras y las avenidas.
No tienen día, horario, ni reglamentación. Se estacionan donde quiera o como quieran. Son los “matatanes” de las carreteras. Hay que verlos “volar” en las carreteras. Andan como la “jon del diablo”, rebasando, cambiando de un carril a otro sin importarles a quien atropellan o matan en los “monstruos” que conducen. Nadie los detiene, andan armados, incluso con armas automáticas.
A los vehículos pesados, con dos y tres ejes, que utilizan las grandes empresas para economizar combustible y pagar un solo conductor, nadie les revisa el peso de lo que transportan; ninguna autoridad “chequea” los neumáticos, que van dejando pedazos de caucho en las calles por su deterioro de tanto uso.