La postmodernidad nos ha traído muchos fenómenos sociales. Algunos nos pasan desapercibidos y otros nos impactan de tal manera, que nos obliga a asumir una postura crítica y participativa, si queremos contribuir con nuestra seguridad ciudadana.
Los cientistas sociales responsables que no están comprometidos con intereses políticos, saben que sus autoridades, están librando una guerra a muerte contra la delincuencia, que es fruto de estas sociedades, donde la desigualdad tiende a ensancharse, sin respuestas en lo inmediato de la clase política. La falta de oportunidades, el desempleo, la desigualdad y la existencia de una pobreza que nos atormenta, son realidades sociales que no han sido inventadas, ni por el presidente de la República, Danilo Medina, ni por el jefe de la Policía, Manuel Castro Castillo.
El problema está, en que los implacables críticos de la Policía no pueden ocultar los matices políticos y se les hace imposible reconocer que el Presidente ha actuado con responsabilidad, al comprender que el fenómeno de la delincuencia es un mal social que azota a sociedades como Venezuela, Bolivia, Perú, México, Paraguay y otros países hermanos, es decir, que habría que tener mucha conciencia política, para admitir que el gobierno y la jefatura de Castro Castillo han enfrentado con valentía los embates de una delincuencia, que amenaza seriamente nuestra vida en sociedad.
El talón de Aquiles de la Policía somos los ciudadanos, que casi siempre nos hacemos cómplices con nuestro silencio. Que buscamos sacar partidas políticas a un fenómeno que nos atañe a todos. No reconocer que la Policía se está transformando en términos positivos, es una mezquindad. Negar que el Presidente ha sido un gran visionario al aportar grandes recursos a esa institución, también es una mezquindad inaceptable.
Estas sociedades siempre tendrán políticos corruptos. Sacerdotes corruptos. Pastores corruptos. Policías corruptos. Guardias corruptos. Médicos corruptos. Profesores corruptos. Periodistas corruptos. Pero jamás debemos confundir lo personal con lo institucional. Aquí lo que se trata es, de conservar y fortalecer nuestras instituciones y en última instancia: ponernos en el lugar de los padres de familia, incluyendo los mismos policías que han perdido sus seres querido.