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El sentido de la gratitud

El sentido de la gratitud

Ramón Rodríguez

La desdichada Virginia Woolf plasmó con responsabilidad absoluta en su ‘’ Novela no contada’’ que la vida es lo que se aprende. Algunos hechos históricos nos han enseñado que el ser humano experimenta una tendencia a la ingratitud. Es una verdad de Perogrullo que cada día se desvanece el sentido de la gratitud, de valorar a quienes han contribuido a nuestro bienestar en el sentido más amplio de la palabra.

Los estudiosos de la biblia están contestes en que cuando Pilato preguntó: ‘’A cuál de los dos queréis que os suelte’’ refiriéndose evidentemente a Jesús y a Barrabas, en el fondo de su corazón, él quería liberar al Cristo, pero la ingratitud se impuso ante un hombre excepcional y justo.

Hay quienes sostienen con ejemplos contundentes que la ingratitud es hermana gemela de la envidia, arrogancia, orgullo, petulancia, pedantería, altanería, vanidad, soberbia, insolencia y en muchas ocasiones de una mala crianza.
Si el corazón del rey Saúl no se hubiese llenado envidia ante las heroicidades del futuro rey David, no hubiese destruido su familia y todo su entorno.

El mundo requiere de personas que sepan agradecer y que no muerdan las manos de quienes les dan de comer. Es una eterna aspiración de quienes luchan por la formación de un nuevo hombre que no sea seducido por el famoso caballero que es don dinero.

Uno de los casos más tristes donde se manifiesta fehacientemente la ingratitud de los hombres, es el de nuestro insigne padre de la patria: Juan Pablo Duarte. Cuando regresó a la patria que forjó, sacrificando todos los bienes de su familia, fue enviado a Venezuela en ‘’ misión diplomática’’, pues en verdad no lo querían en tierra dominicana.

Duele en lo más profundo, saber que, en 1893, los ingratos de siempre se negaron a erigir una estatua en su honor y hubo que esperar hasta el 1930, en que el presidente interino Rafael Estrella Ureña, saldó esa deuda de gratitud.

Juan Ulises García Saleta

En el caso de nuestro movimiento deportivo, la ingratitud está a la orden del día, sólo hay que pensar en Juan Ulises- Wiche- García Saleta. Además de que no ha sido valorado en su justa dimensión, sus principios olímpicos y sus ideales de honestidad, han sido tirados al zafacón por esta nueva pléyade de federados y olímpicos, salvo algunas excepciones, como es lógico.
Los ingratos no entrarán al reino de los cielos.

Por: Ramón Rodríguez
centrodeidiomaswashington@gmail.com

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