
Chencha junto su pareja de vida y de baile: Bonyé, quien falleció el domingo 14 de octubre de 2007, a la edad de 89 años, en Santo Domingo.
La música calló la noche del sábado en Santo Domingo. A las 10:30, la cultura dominicana perdió a una de sus figuras más entrañables: Inocencia Paredes, conocida por todos como Chencha, la mujer que convirtió cada paso de son en un testimonio vivo de la identidad nacional. Tenía 94 años.
En la Funeraria Blandino de la Abraham Lincoln, donde sus restos son expuestos desde ayer, se respira dolor: se siente el eco de un ritmo que ella y su inseparable compañero de vida y de baile, José María Guerrero (Bonyé), defendieron hasta convertirlo en bandera.
El cortejo fúnebre partirá este lunes, a las 12:00 del mediodía, hacia Chencha Espacio Abierto, donde, a la 1:00 de la tarde se le hará un homenaje de cuerpo presente, por parte de la Alcaldía Santo Domingo Este y luego sus restos serán trasladados al Cementerio Puerta del Cielo donde será sepultada.

El productor radial, promotor y gestor cultural Chino Méndez, encargado de los detalles de su sepelio, la definió con palabras sencillas y precisas.
“Chencha deja una huella imborrable en el patrimonio cultural del país”. Y no exagera. Su gracia, autenticidad y pasión por el baile hicieron que generaciones de dominicanos se reconocieran en el vaivén de sus caderas y en la sonrisa con la que abrazaba la música.
Destacó que la mayoría de bailadores soneros la seguían a ella y a su pareja Bonyé, porque querían ser como ellos. “Ambos fueron a Cuba a un torneo internacional de bailadores de son y compitiendo con los cubanos se llevaron el primer lugar. Chencha estuvo en un concurso de Don Francisco y también ganó el primer lugar. Participaron en varios videos de artistas como Juan Luis Guerra y Ricardo Arjona. Son pocos los artistas que tienen un monumento exclusivo, y ella tiene Chencha Espacio Abierto en Santo Domingo Este”.
Chencha y Bonyé, campeones del son internacional, dejaron un monumento viviente en Chencha Espacio Abierto
Chencha y Bonyé dieron rostro, cuerpo y cadencia al son dominicano, llevándolo de los barrios humildes a los escenarios internacionales.
En 1986, fundaron el Club Nacional de Soneros, un refugio para quienes entendían que el son no debía morir, sino reinventarse y florecer en cada compás.
Décadas más tarde, su legado se materializó en el Bar de Chencha, en Santo Domingo Este, un rincón donde turistas y locales bailan bajo la magia de una anfitriona que supo transformar la nostalgia en celebración.
Hoy, la noticia de su partida corre como una melodía de despedida. Pero el son de Chencha no se apaga. Sobrevive en cada pareja que se lanza a la pista, en cada orquesta que arranca un acorde, en cada dominicano que entiende que la cultura no es un museo, sino un cuerpo vivo que se mueve, siente y resiste.
Porque aunque la parca se llevó de noche a Chencha, el día que amanezca con un son en la radio o en una esquina de barrio, ella volverá a bailar.
Un símbolo
El cantautor Pavel Núñez resaltó que Chencha se convirtió en un instrumento cultural porque era el amuleto del son dominicano. “Ella representaba la parte ‘bailaora’ de un son que más allá de ser dominicano era una oda al costumbrismo. A través de ella nosotros nos acostumbramos a bailar son. Sin duda ella es el símbolo, por eso es tan importante para una cultura creciente, porque el son sigue siendo una cultura creciente en República Dominicana, y ella, como Bonyé, hicieron un trabajo impecable para que así sea”.