El conocido dicho que reza: “No le des un pescado, enséñale a pescar”, no siempre es aplicable cien por ciento. Esto así, por la diversidad de razones que motivan las ayudas. Lo cierto es que, la creación de empleos permite reducir los niveles de miseria que las justifican.

En nuestro país la suma incluida en el Presupuesto General del Estado, para atender ese concepto, es significativa. Sin embargo, no es suficiente para lograr el objetivo propuesto; porque gran parte del segmento de población al que están dirigidas no está integrada a la producción. Entre otras razones, por la reducida oferta de empleo y, el engrosamiento permanente de sus integrantes.

La situación ha llegado a ese punto, porque a lo largo del tiempo las ayudas han sido administradas con criterio clientelar o populista. Siendo así, hace falta una voluntad política firme y decidida, orientada a integrar los beneficiarios que sean aptos para ello al trabajo, a fin de fomentar desarrollo de la economía nacional.

La estrategia para suplir la falencia arriba indicada se sintetiza en el apoyo a las pequeñas y medianas empresas (PYME), por ser estas una de las vía más corta y eficaz para crear empleos y generar riqueza. De ahí, la necesidad de promover que surjan más y mejores. Así como aplicar correctamente las leyes vigentes y ampliar las facilidades de financiamiento al sector, a fin de fortalecerlo y consolidarlo.

Es importante destacar el hecho de incorporar a la producción personas que, por estar recibiendo una ayuda del Gobierno, están inactivas, pues así se reduciría el desempleo y, el propósito de las ayudas alcanzaría su objetivo. Además, tendría un impacto positivo y directo para disminuir la pobreza que, como bien sabemos, es la cantera favorita de la delincuencia. Ojalá, puedan y quieran las autoridades dirigir una mirada hacia este tema, cuyo significado implica avances importantes para nuestro país. Esperemos.
Hasta luego…