Atrocidades como la muerte de un policía y dos periodistas en el ataque de pandilleros al principal hospital de Haití tornan más calamitoso y llama más la atención el tétrico drama en la vecina nación.

Ni siquiera con un corazón de acero se evita la conmoción provocada por los acontecimientos en un país carente de servicios sanitarios adecuados y al borde de una hambruna.

Con las barbaridades en que han incurrido, como la muerte de más de 200 personas en un ataque ordenado por un líder pandillero por un supuesto acto de brujería del que fue víctima un hijo suyo, los criminales han demostrado que carecen de sentimiento y piedad. Son hordas salvajes, capaces de todo tipo de tropelía.

Antes del ataque armado al principal hospital de Puerto Príncipe, pandilleros habían incendiado otro centro sanitario, en un abierto desafío a las autoridades y a la comunidad internacional.

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El Gobierno ha celebrado la muerte de varios pandilleros, pero lo cierto es que las tropas de Kenia y otros países no han podido ni siquiera reducir mínimamente la ola de violencia que sacude a Haití.

Cada crimen se convierte en un desafío para las autoridades en la lucha por instaurar el orden, la seguridad y la gobernabilidad en la atribulada nación.

Por compartir el mismo territorio, la crisis haitiana es más preocupante para los dominicanos, cuyas autoridades han llevado la voz cantante para que la comunidad internacional haga más por la seguridad en el vecino país.