POR: Chiqui Vicioso
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Creo que, sin dudas, el momento cumbre de la pasada Feria del Libro dedicada al Poeta Domingo Moreno Jiménes, fue el discurso del también poeta Ernesto Cardenal, al recibir el Premio Pedro Henríquez Ureña. Tenerlo en frente, cuando participamos en el panel sobre la vida y obra de Don Pedro, fue un honor y hasta cierto punto una reivindicación espiritual, ya que cuando estuvimos en Nicaragua invitados por la entonces Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura, no hubo manera de poder irlo a visitar porque, como lamentablemente descubrimos, ya la poeta Rosario Murillo estaba compitiendo con Ernesto por una hegemonía cultural que solo él merecía. El tiempo se ha encargado de poner las cosas en su lugar.
Lamenté mucho no haber estado presente cuando hubo otro panel sobre la vida y obra del poeta y un fanático religioso, de los que ahora intentan aterrorizarnos, intentó boicotear la actividad con una exaltada defensa de Juan Pablo Segundo, aquel Papa polaco que cuando fue a Nicaragua y vio a Ernesto en la comitiva de recibimiento perdió los estribos, como los pierde aquí, con frecuencia, nuestro príncipe de la iglesia, y comenzó a gritarle desde la escalinata que se arrodillara ante el poder de la iglesia.
Lo que no entendía ese Papa, hoy beatificado, es que Cardenal pertenecía a otra iglesia: la de los pobres. Juan Pablo, fiel aliado de Reagan en su lucha contra los Sandinistas , venía de una causa contra el comunismo, al igual que la albanesa Madre Teresa, que le impedía entender que nuestra lucha en América Latina no era por razones ideológicas, sino de sobrevivencia. Esa misma obsesión anticomunista le impidió recibir a Monseñor Romero, (cuando este hizo fila con los peregrinos) y recibir el archivo de más de 25 sacerdotes asesinados por la ultraderecha, la misma que lo ejecutó -once días después- cuando levantaba la hostia.
Que se beatificara un Papa de ultraderecha se puede entender, pero no a uno que protegió a los pedófilos hasta el fin de sus días, nombrando en posiciones prestigiosas a cardenales que habían sido denunciados en sus países respectivos por encubrir (“para proteger la iglesia”) a los sacerdotes pederastas. En el caso de México, fue famosa su defensa del presidente de los Legionarios de Cristo, padre Macías y su encubrimiento de miles de casos cometidos por los Legionarios.
L@s que algo sabemos del mundo espiritual, estamos convencidos de que el mal hace tiempo que está ganando la partida y que el Anticristo se instaló ya donde hoy un Papa latinoamericano intenta devolver la iglesia a sus objetivos originales.
Eso le hubiera dicho al terrorista religioso, que intentó arrinconar a un verdadero hijo de Dios.

