(Fragmento refrescado de una entrevista realizada el 10 de septiembre, 1999)
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Rita Tejada: ¿Es Beto un dominicano típico? Efraim Castillo:
Beto forma parte de la joven intelligentsia de los años sesenta y, por lo tanto, no es un personaje lleno del candor o del misterio metafísico que pobló la literatura de ficción del país.
Beto no es el «Compay Mon», de Manuel del Cabral, ni el Esculapio Ramírez (que es también Serapio Rendón), de la «Biografía difusa de Sombra Castañeda», de Veloz Maggiolo.
Beto es un personaje prototípico de un “estadio” nacional donde la juventud se vio atrapada por fenómenos históricos que presionaron nuestra cotidianidad y, de manera particular, la violentaron. Si Beto no hubiese constituido o representado eso, la novela no hubiera provocado la catarsis que generó en las personas que la leyeron y me confesaron que lloraron y rieron al hacerlo.
La catarsis es el último paso de la poética aristotélica y como metáfora está conectada al hecho trágico y a la purificación que conlleva esa ritualización. Por eso, cuando penetras una lectura que te conecta a la catarsis, o lloras o maldices, o ríes, pero nunca permaneces indiferente.
Ante Beto, nadie puede permanecer indiferente, debido a su condición prototípica, a esa diferencia que caracterizó a Hamlet, o a Otelo, o al Quijote con sus locuras.
Un personaje novelesco no debe, necesariamente, ser arquetipo o representante de una sociedad determinada, sino de un ser humano determinado; un ser abatido por diferentes problemas, por diferentes traumas y asediado por el peso de una sociedad que lo aplasta.
RT: ¿Cree que “Curriculum” mantiene su vigencia?.
EC: Creo que sí y también creo que la mantendrá en el futuro, porque “Curriculum” representa un “estadio”, no una coyuntura, no un momento.
Y hablo de “estadio” como un caldero lleno de momentos que no sólo representan la revolución de abril, ni el regreso de Balaguer al poder, sino de todo lo que se movió en una geopolítica global estrujada y deglutida por la guerra fría, donde las ideologías entonaban el canto del cisne.
Es bueno recordar que ese “estadio” particularizó lo vivido en los doce años (1966-78) de un balaguerismo cargado de sangre y frustraciones, hasta que el triunfo del PRD abrió las puertas (1978) que nos permitió vislumbrar eso que se llama democracia, lo buscado desde el 1961, cuando Trujillo fue muerto.
RT: ¿Es “Curriculum” una novela pesimista?
EC: Yo no creo ni en el pesimismo ni en el optimismo como doctrinas, yo creo en la vida, porque la vida está llena de ambas cosas.
Hay motivos para ser pesimista y motivos para ser optimista. La vida es un túnel que se ancha o estrecha de acuerdo con los momentos vividos.
La vida es un discurso, un recorrido que hay que transitar y “Curriculum” es eso, una carrera de vida, una carrera por y para la vida, un discurso de vida. Eso es mi novela: un tránsito de vida.