Opinión Articulistas

Esfuerzoen vano

Esfuerzoen vano

Pedro P. Yermenos Forastieri

Creyó que después de una larga historia laboral, llegaría el descanso merecido. No tendría pensión, pero con la liquidación que le correspondía, los ahorros y su sagacidad financiera, estaba convencido de que el retiro sería positivo.

Los acontecimientos no le dieron mayor respiro. Poco después aparecieron los primeros síntomas. El diagnóstico fue confirmado. Cáncer de próstata que requería cirugía inmediata.

Como tenía seguro médico internacional, viajó a Estados Unidos y allí hizo todo. El resultado fue halagüeño después de una veintena de radioterapias, aunque los viajes de seguimiento eran sucesivos.
Luego se agregarían problemas del corazón que implicaron cateterismo y nuevos viajes.

Los constantes quebrantos de salud no le permitían disfrutar su nueva circunstancia. No obstante, su espíritu indoblegable le impedía rendirse y continuaba luchando por su salud con la mejor actitud. Como si fuera poco, su esposa también estaba complicada y los traslados eran aprovechados para atender ambos pacientes.

En la última visita, todo iba de maravilla. Eran altas las posibilidades de que le dieran el alta y que las citas de control fueran espaciadas a mucho más largo plazo.

Su hija menor los acompañaba en sus viajes y ese no fue la excepción. Una tarde, después de magníficas consultas médicas, salieron a comprar algunas cosas a un centro comercial. Al finalizar la jornada, él esperó su descendiente en el carro para que esta comprara lo último que les faltaba.

En la espera, necesitó acudir al baño y ahí empezó el final. Aún no ha podido determinarse cómo sucedió el suceso. La caída fue estrepitosa y el contundente golpe lo recibió en plena cabeza.

El impacto de la hija al regresar fue demoledor. Aquel cuerpo gigante desplomado en el suelo rodeado de policías y una ambulancia. Se montó como pudo junto a los paramédicos y en poco tiempo llegaron al hospital. No transcurrió una hora cuando le dieron la noticia. No había nada que hacer porque tenía muerte cerebral.

Dos semanas después no recuperaban el cadáver. Les informaban que las investigaciones no habían concluido y era necesario determinar las reales causas de lo ocurrido.

A ellos, poco le importaban los motivos. Después de todo, nada sería capaz de generar el único acontecimiento que les devolvería la paz. Su pariente había perdido la batalla de la forma menos imaginable. Eso agigantaba su dolor. Era algo así como haber obtenido la victoria en lo grande y haberla perdido en lo pequeño.