El tigueraje, como profesión de nuevo cuño
Siendo la verdad que La juventud es fácilmente engañada porque abriga falsas esperanzas.
Fervorosamente, esto es, con el gran interés que se hace algo, pido su perdón y siento infinitamente que a más de uno se llegue a turbar su tranquilidad pero, qué pueden esperar de alguien que considera ciegamente que podemos ser mejores cada día y que aún es posible el rescate de los agradables y sublimes sentimientos y valores humanos. ¿Díganme ustedes, qué se puede esperar?.
Aún recuerdo, cuando hasta los regidores eran las personas más dignas y representativas de la comunidad y que, inclusive, el desempeño de esas funciones era honorífico. A despecho de todo lo que acontece en nuestro derredor en estos momentos, donde tantos se pretenden comprar y muchos se quieren vender, pero, nosotros estamos enjuntao con el optimismo hasta el campanazo final.
Es por eso que en estos momentos, indiscutiblemente, lo plástico, burdo e insípido a adquirido una increíble, pero real presencia en el desarrollo del diario vivir, donde, el embustero, las lenguas bifídas, el tigueraje, aunque sin rabo, pero con las mismas garras y rayado, bajo una artificiosa e inteligente encubierta se discuten la primacía dentro de la sociedad. Quizás será por eso que me asalta la duda de creer si el barco pueda navegar hasta puerto alguno.
El que piensa y actúa de acuerdo a las normas establecidas, no lo dude, simplemente, ¡ese es el pendejo! Mientras el tiguere, el mentiroso, el desleal, corrupto, hábil para el engaño, ese, precisamente viene a ser el triunfador. Y todo esto es a sabiendas de quienes pueden ponerle coto a la situación. Desde el simple capataz hasta sabrá Dios donde.
Pero, todos estos adefesios, sin embargo, no ven, y si lo hacen se niegan admitir, esa finita agonía del ser humano. Esa triste realidad que se niegan admitir y continúan tras la búsqueda de cosas materiales, basados en malas artes, que para bien o para mal, llegado el momento definitivo, no tendrán nada interesante, sino, más bien, patético en lo que sucederá inevitablemente.
Mientras tanto, continuamos con las idolatrías a figuras de barro, confeccionadas por viles mercaderes para engatusar a los ingenuos. Expertos mercenarios en cuanto al engaño y la presentación de falsas ilusiones, en manipulaciones del poder mediático, que dan vida a lo insulso, en cuanto a la esencia pero, inmensamente productivo en lo que le interesa al señor don dinero.
Aupan la juventud hacía las aventuras inciertas, aquellas que atrofian y crean traumas insuperables, ya que, lamentablemente, le crean ilusiones en las cuales sólo unos muy pocos las llegaran a realizar, mientras el resto de los ilusos, atrapados dentro del engaño, se convierten en puros y vergonzantes desechos humanos. Así, sin ninguna preparación académica que los proteja de las exigencias del futuro, lanzados al medio hostil que día a día les muestra la sociedad y los llamados tiempos modernos o vanguardistas.
Les presentan a los jóvenes una idolatría efímera, como si fuesen burbujas de gaseosas, pirrícas, vacías, que al final o quizás mucho antes de éste, pasan a formar parte del gran ejército de los frustrados, de aquellos que se viven el resto de la vida, envueltos en peligrosas aventuras, y todo, sólo en la búsqueda alocada del vellocino de oro, que los ayude a salir del hambre y la pobreza. ¡Qué pena!
Mientras tanto, por mi parte, no pretendo llegar a esa acción que, por debilidad, comúnmente llamamos flaqueza, mientras permanecemos impasibles. No señor, tampoco así. Y no estoy hablando en verdad de una visión apocalíptica ni mucho menos catastrófica sobre lo que nos espera si se continúa proliferando esta nueva profesión llamada tigueraje.
No señor, nadie se llame a engaños. Esta profesión es real y verdaderamente constituye incertidumbre para nuestro futuro como nación, -sin referirme a la gente aquella que todos conocen-, pero sobre todo, note usted que hablo de nación, no de país, porque este último podrá sobrevivir, pero, en cuanto a nación estaría por verse. Lamentablemente, eso veo, eso percibo, eso me hacen pensar las duras realidades de nuestros días. ¡Si señor!