Hay temas que se parecen mucho a un puerco espín o a un erizo. No importa cómo se pretenda agarrar a mano pelada, siempre resulta peligroso. La ética es uno de esos temas, por su complejidad y su incidencia en la sociedad.
Todas las personas están seguras de que son éticas y algunas hasta hacen alardes de esa condición. Pero una cosa es lo que se dice y otra, muy diferente, es lo que se hace.
Hay también los que andan convencidos de que su conducta está justificada en principios éticos. Pero ni siquiera poseen una concepción clara de lo que es la moral que practican. Y ni hablar de la noción que tienen de la moral social.
Pocos son los miembros de la sociedad que se dan cuenta que la moral con que viven es impuesta por los sectores dominantes. Sus principios, valores y normas están orientadas a favorecer los privilegios y derechos de aquellos sectores. Su pobre formación política e intelectual no les permite ver lo que no se exhibe.
La ética siempre es parte de la filosofía, porque es una reflexión, que pretende ser científica, sobre las normas de la moral. Y la moral es el conjunto de normas y reglas que rigen una determinada sociedad en un tiempo o período de tiempo específico.
Muchos creen que la moral es permanente y universal. Ese es un grave error. La moral siempre es cambiante y diferente, según el tiempo o época que se tome como referencia y la sociedad en la que se estudie. Cada período en la historia tiene su moral y cada pueblo también.
Lo dicho precedentemente no niega que existan principios que se mantienen nominalmente, y parecen inmutables, universales, como la justicia, la paz social, entre otros. Pero cada sociedad y la moral que ella crea llena esos principios de contenido. Su significación en lo teórico puede ser parecido y hasta igual, no así en la práctica. La materialización de los principios o valores dependerá la formación social en que se manifiesten.
Puede darse elementos de coincidencia o de contradicción entre un tiempo y otro y entre una sociedad y otra. Por ejemplo, la moral de los tiempos primitivos no es la moral de los tiempos modernos.
Se conocen pueblos originarios que practicaban el canibalismo como la cuestión más normal y necesaria de su época. Incluso, algunos guerreros de la antigüedad acostumbraban a comerse el corazón de su enemigo cuando lo vencían en la lucha. Creían que con esa ingesta adquirían la fuerza, la experiencia y el espíritu del contrario.
Esas prácticas se han transmutado con los tiempos. Hoy, en plena modernidad, muchos de los enemigos y adversarios, según el caso, se comen la fama, roen la honra, roban los créditos y atropellan la dignidad de sus contrarios. Es otra forma de canibalismo. Cierto que más sofisticado, pero canibalismo al fin.