Editorial

Excretas de colibrí

Excretas de colibrí

El presidente Joe Biden anunció que Estados Unidos aplicará una estrategia a diez años destinada a lograr frenar los conflictos en Haití y en nueve naciones africanas, fortalecer sus instituciones y establecer un ambiente de paz, para lo cual se invertirán 200 millones de dólares cada año.

Con la llamada “Ley de fragilidad global”, Washington ofrece la impresión de que tendería sus manos al pueblo haitiano, que se desgarra a causa de una letal combinación de crisis institucional, política, económica y sanitaria.

Ese estatuto fue aprobado por  el congreso estadounidense en 2019, con una asignación de US$200 millones anuales para planes de desarrollo “y forjar una estabilidad a largo plazo” en una lista que incluye a Libia, Mozambique, Papúa Nueva Guinea, Benín, Costa de Marfil, Ghana, Guinea y Togo.

Si esos recursos se dividieran entre los diez países incluidos por el presidente Biden, a cada uno le correspondería  20 millones de dólares al año, equivalentes a un millón 666 mil dólares cada mes, lo que sería similar a “excreta de colibrí”.

Haití es una  de las naciones que acusa mayor deterioro institucional, crisis económica y  degradación de gobernabilidad entre  sus pares insertos en esa “estrategia a largo plazo” que promovería estabilidad política, desarrollo económico, respeto a los derechos humanos e igualdad de género.

No sería exagerado  afirmar que  el constante y vehemente llamado del presidente Luis Abinader y de sus  colegas de Costa Rica y Panamá para que la comunidad internacional acuda en ayuda de Haití habría incidido en que la Casa Blanca colocara al vecino a la cabeza de esa lista, aunque también tendría que ver el incremento de la migración ilegal haitiana  a Estados Unidos.

Debe recordarse que la vicepresidenta Kamala Harris comunicó a los presidentes  dominicano, de Costa Rica y Panamá, que  Biden y ella misma “están ansiosos por asociarse a la alianza para el desarrollo” propuesta por esos mandatarios, que incluye asistencia a Haití. Aun así, la “ley de fragilidad global”, no llena ni mínimamente las expectativas.

El Nacional

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